Stories (ES)

Alberto Alejandro Rodríguez

Genealogía del no lugar

Por A.A. Rodríguez

Nuestro carácter está determinado aún más por la ausencia de ciertas experiencias que por lo que hemos vivido.

Humano, demasiado humano.Friedrich Nietzsche

“El hombre es solamente un punto en el espacio, una locación”. Así lo resumía Kant en algún lado.

Si tergiversáramos solo un poco esta idea, podríamos decir que una locación, espacio o estructura arquitectónica define la forma física de ser, el comportamiento y la manera de desenvolverse en dicho entorno y para con otros, del hombre.

Ahora no se trata de establecer categorías de tipos de espacios o tipos de personas según los distintos espacios que pueblen. Sino de atravesar sitios aun hoy día recientes, en ocasiones con un objetivo intelectual claro, otras desde una especie de curiosidad intuitiva. Una búsqueda que pretenda a modo de sentencias abiertas, conformar una imagen capaz de mostrar fenómenos y sistemas que determinen la comprensión y abordaje de nuestro entorno, así como del espacio y tiempo a este asociados.

Por ejemplo Genealogía del no lugar, una serie de dibujos que comienzo a realizar en el 2016. Paisajes hasta cierto punto románticos, donde el claro oscuro a líneas deviene en una suerte de frialdad, parte primordial la obra.

En 1993 el antropólogo francés Marc Auge introduce dentro del campo de la etnología y la sociología el término del “no lugar” a través de su libro Los no lugares. Espacios del anonimato. Antropología sobre la modernidad. Concepto que intenta describir de alguna manera el comportamiento que ha ido adoptando la sociedad. A través de los diferentes espacios en los que la misma realiza las distintas actividades de la cotidianidad o construye su realidad inmediata mediante la interacción entre las personas mismamente, así como con el propio lugar en que estas se puedan encontrar.

El estudio de dicho término ha precisado ocuparse de los contextos presentes, de las circunstancias de la actualidad. A raíz de lo cual se encarga Auge de ponerle nombre a la otra parte no profundizada por la antropología con relación a los lugares. Hasta entonces (1993) los antropólogos se habían ocupado exclusivamente del estudio de lo que se denomina como Lugares Antropológicos, espacios concretos, geográficamente bien definidos y que poseen fundamentalmente tres características comunes: son identitarios, relacionales e históricos.

Identitarios porque tienen sentido de unidad para aquellos que los habitan, definen a un grupo, cultura o región como propia y diferenciada del resto, compartiendo características y rasgos con los que se identifican y de los que forman parte. Relaciónales, porque ser miembro de un lugar antropológico implica un desarrollo grupal que no es estático; sino que se sostiene en base a un discurso y a un lenguaje peculiar que dinamiza formas de hacer, de actuar y de reunirse. Y por último históricos ya que por ellos transcurre el tiempo, sus pobladores viven en la historia y conciben la duración de su estancia en dichos lugares, que suelen ser antiguos y tener la capacidad de añorar tiempos pasados como mejores.

En el contexto actual de cambios donde los espacios se confunden y se camuflan, las identidades se inventan y las relaciones son casi nulas, los lugares tradicionales ya no son suficientes para hacernos una idea de lo que pasa en el mundo. Los ámbitos impersonales más significativos son ahora, según Auge, los no lugares pero no como contraposición a su homónimo (el lugar antropológico) sino como complemento perfecto de éste. Los no lugares serian zonas efímeras y enigmáticas que crecen y se multiplican por todo el mundo moderno; las redes de comunicación, los mass-media, las grandes superficies comerciales, las habitaciones de hotel y de hospital, los campos de refugiados, los ciber-cafés, aeropuertos o estaciones de trenes… se muestran como lugares de paso, ahistóricos e impersonales, que se vinculan al anonimato y a la independencia porque aparentemente ni son ni significan nada, al menos no para aquellas personas que los visitan provisionalmente. Pero ni los lugares ni los no lugares existen siempre en forma pura, pues según el autor del texto: “el primero no queda nunca completamente borrado y el segundo no se cumple nunca totalmente…”

Genealogía del no lugar supone no una ilustración las ideas antes expuestas, tampoco una lucha contra años de estudios sobre etnología o antropología. Pero si pretende empujar al límite la idea de no lugar de un concepto reservado a la sociología a una terminología que pueda descansar fácilmente en el campo de la filosofía existencial, específicamente como recuento del carácter de la moral individualista e impersonal del hombre de la sociedad actual. Además de hacer notar una pequeña brecha dentro de la categorización de los espacios urbanísticos. En el mundo contemporáneo, sabemos existen locaciones destinadas a facilitar el desarrollo interpersonal y por consiguiente el progresivo avance de la sociedad.

Contamos con los lugares antropológicos, los no lugares y otros. Las ruinas, estructuras que alguna vez fueron un todo, pero que se han derruido parcial o completamente debido a circunstancias x. Pero que de igual manera encuentran cabida dentro de la categorización a la que pertenecen los otros dos conceptos.

Luego, qué sucede con los emplazamientos arquitectónicos también existentes y bien delimitados en los que la interacción del hombre es absoluta y completamente nula, es decir no representan un punto de encuentro identitario, ni un campo de estudio sobre el pasado o siquiera un lugar de transitoriedad. Espacios arquitectónicos que en algún momento fueron comenzados a estructurarse con una idea bien clara de cuál sería su razón para existir y su puesto dentro de la sociedad y que antes de alcanzarlo fueron echados de lado. Espacios que se comienzan a construir pero no se terminan, ya sean por razones sociales, económicas o políticas, más en cambio permanece en su sitio, no como ruina, lugar o no lugar sino como algo más. Un verídico signo de frialdad, indiferencia e impersonalidad de los tiempos que corren.

Este trabajo representa la búsqueda y despliegue de lo que a mi parecer supone, de forma radical, cómo debiera ser reconocido el término de no lugar. Por su existencia de forma pura y no ligado o entrecruzado formando una parte homóloga de un todo. Sitios sin la suficiente relevancia como para cuestionarse su lugar dentro de la historia de la humanidad, más en cambio, ocupan un punto físico dentro de la sociedad y por consiguiente la historia.

Estos espacios poseen una extraña cualidad. Y es la capacidad de mostrar y convertir en poesía el carácter indiferente del hombre de hoy.

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