Stories (ES)

Alberto Domínguez

Papel de pared

Por Helga Montalván

Espacios complementarios, título de la serie de lienzos perteneciente a la obra de Alberto Domínguez (Matanzas, 1989) es un eufemismo. Estos relatos-documentos no son colaterales. Siguiendo la lógica marxista, lo que el artista nos presenta son espacios desde donde se ejercen y se construyen lo que se cataloga en la filosofía como Aparato ideológico del Estado (1). Por tanto, lo que define el centro de las incisiones del artista son los centros de poder, o al menos, los centros desde donde se ejercen los pensamientos que construyen la identidad ideológica de la nación.

Dando esto por sentado, analicemos las disimiles aristas por donde nos deja aventurar la interpretación. Lo primero que muestra esta serie de lienzos son espacios arquitectónicos en desuso, incluso en ruinas. Este signo remite inmediatamente al artista romántico, y por más cinismo y racionalidad que habite en la obra, la actitud del artista no deja de ser la de un intelectual decimonónico que sueña con la promesa de un mundo mejor a la vez que desdeña la ilusión con el guiño del desencanto.

Bajo la metodología racional con que se construye este universo de imágenes hay mucho de ejercicio inquisidor, pues una de las obsesiones que evidentemente controlan el pensamiento artístico es la comprensión de los modos de comportarnos como nación. Este proceso de entendimiento tiene su expresión en la compilación de objetos de estudio –devenidos en obras cada uno de ellos–, para la serie Espacios…: Tribuna, Estadio Panamericano, Genética, Juraguá… todos construcciones realizadas en el proceso revolucionario como parte de un programa de desarrollo económico, político y social, que responden a distintas etapas de la historia reciente y connotan anécdotas particulares y proyectos que describen la idea de lo que concebíamos para el futuro y cómo nos entendíamos. Cada uno de estos “objetos” implica un campo desde el que son interrogados por el ejercicio estético, y para el que son desmontados, deconstruidos, lo que involucra su consecuente proyección particular. La colección de los significados de estas construcciones tiene el carácter de confirmación positiva de la promesa truncada, a pesar de la conversión de la idea del proyecto en hecho constructivo consumado. Lo que le interesa al artista es enfatizar la presencia de estos lugares-promesas –de función ideológica– que dejaron de existir en su propia existencia (espacios funcionales de programas no cumplidos), prueba del desajuste entre el compromiso contraído y la realidad. Estos objetos-paisajes arquitectónicos establecen el sino de la dislocación, la brecha y el error. Escinde el sueño prometedor de un futuro en progreso. Alberto Domínguez cuestiona una a una las significaciones subjetivas que hacen presencia en el discurso ideológico en relación a estas edificaciones que a su vez manifiestan lo inconcluso de los proyectos.

El espectador toma una posición suspicaz frente a la comedida disposición al corte limpio y a la racionalidad del método creativo –recordemos que el ejercicio del artista implica una acción moderadora, tal como lo hacen los aparatos ideológicos–. En el intento de dominar la realidad, el artista cae en el mismo efecto que insinúa; en la dilación del discurso ideológico que cuestiona, indicado en el fundamento de su método pictórico que es de por sí un método des-pictórico. Estos lienzos están realizados en la técnica del lavado, y ni siquiera a esto responden exactamente. Semejan el tema romántico y no es paisaje en su definición más exacta, y pretenden los juegos de la abstracción pospictórica aunque tampoco puede definirse como tal. Quedémonos entonces con pospictórico (2), pues su metodología técnica metaforiza la actitud discursiva: des-pinta tal como des-ideologiza los espacios que refiere.

Si la imagen representa una estructura espacial arquitectónica que integra, como parte de su función social el habitad del individuo en la sociedad, y por cuanto, también determina una manera de pensar; esta imagen se “construye” a partir de la adición por eliminación, en una actitud semejante a la técnica del lavado y al ejercicio intelectual que interesa al artista. Se dibuja y bocetan los espacios en el lienzo, se dan las capas de pintura, se preservan y no se preservan los espacios, se “lava” la pintura acrílica, se controla y no se controla el azar; y después de todos los procesos de yuxtaponer y retirar y establecer una imagen por acumulaciones de restos, pues entonces se “acicala” la imagen, se le hace festiva con el referente abstracto que emparenta el espectáculo, la apariencia que asocia la gritería barroca carnavalesca, fiestera. Puro adorno y superficie.

Esta serie trata sobre la metodología de construcción de sentido más que del resultado como fin. El fin no es lo que vemos frente al lienzo acabado, pues la obra en sí es el proceso que resulta de la metáfora de ideologizar, y casi como una ironía o un silogismo se esfuerza por “no ser” pintura, como mismo los objetos arquitectónicos referenciados no son lo que se esperaba de ellos. El fin, al fin, es el aderezo que se esfuerza por gustar, la superficie: el papel de pared que semeja las letras del discurso en la prensa plana. Relativiza así el discurso social o político en el campo de lo artístico y lo des ideologiza a favor de un completamiento a través de la alteridad, pues como ideología, también el concepto artístico se instaura en las ideas y se contrapone para diluirse en el pensamiento estético sobre la nación.

Espacios Complementarios subvierte el sistema de las ideas abriendo paso a otra ideología alterna, también contenida dentro del propio aparato ideológico que confronta. Desde lo inconcluso contribuye a satisfacer la identidad concreta de lo que somos y destaca lo que no somos. Emparenta procesos y métodos en el cínico encuentro de la racionalidad y la pompa carnavalesca. Es en la intensidad de este encuentro donde nos hace ver el drama sensible de nuestra realidad, advertida en lo fatuo de las ideologías, e instaura una lógica tan irrefutable como los hechos que a también se vuelve dramática, bulliciosa y dolorosa. Los Espacios… pues, sean difícilmente complementarios, sino medulares, cardinales, necesarios de ver a pesar del papel de pared y el canto de sirena.

  1. Aparato ideológico del estado: “… cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas e institucionalizadas”. Citado de El concepto de ideologia, por Fernando Estenssoro. En Revista de Filosofia no.15, 2006. ISSN: 0716-601-X. pp.  97-111.

  2. Término acuñado por el crítico de arte y curador Clement Greenberg en la ciudad de Los Ángeles en 1964, para un movimiento pictórico que deriva del expresionismo abstracto de los años 40’ y 50’. 

Alberto Domínguez
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