Stories (ES)

Celia – Yunior

Kafka resucita en La Habana

Por Héctor Antón

Todo empezó cuando unos muchachos sedientos e hiperquinéticos que estudiaban grabado en la Escuela de Artes Plásticas de San Alejandro, en La Habana, intuyeron que algo los había separado en la convivencia privada y hermanado en la dinámica del arte contemporáneo. Desde entonces, una amistad sostenida con respeto y cariño, se encargaría de consolidar un binomio artístico que se mantiene activo.

El arte como motivo de discusión reemplazó al goce efímero de la intimidad. Un renovado deslumbramiento colmó a quienes empezaron a dialogar a un nivel más cerebral. Durante este proceso, iniciado en 2004, Celia González y Yunior Aguiar articularon una metodología deseosa por evitar los clichés del sociologismo vulgar o esa politiquería mediática de rumores escandalosos.

Las yuxtaposiciones forzadas, extraídas de la realidad, activan el imaginario crítico de Celia-Yunior. Todo para buscar una confluencia entre la cifra y sus metáforas, el número y los símbolos que matizan ese coloquio imaginario de ciudadanos e instituciones.

En 2014 tuvo lugar la exposición Pan y Circo en la Escuela de Ballet, situada en las “Ruinas de Circo” del Instituto Superior de Arte de La Habana. Esta convocó artistas probados, emergentes y desconocidos, para manipular un espacio no convencional de exhibición. Los curadores diseñaron un nexo simbólico que caracterizara no solo las macro-relaciones de poder, sino también los micro-espacios disfuncionales del ocio cotidiano.

En una alternativa supuestamente distante de la vigilancia burocrática, Celia-Yunior probaron fortuna cínica. Sobre la pared de un aula llena de escombros, estamparon en graffitis una tablilla de barras que describía el crecimiento poblacional de la Isla desde que se realizó el primer censo, en el siglo XVIII, hasta el más reciente, verificado en 2012.

La pieza era una luz con lámparas de emergencia, que destacaba los dos momentos en que se produjo un declive poblacional: en 1899, fin de la Guerra de Independencia, y en 2012, año del último censo. La visualización de datos en la obra -0,01% (2014) sacó de los archivos sellados por la conveniencia ese dilema íntimo que azotaba a Cuba en un período donde la economía fingía regocijarse de un estatus que obviaba el peligro de otro colapso.

¿En qué batalla (no precisamente de ideas) se hallaba el país cuando la natalidad descendió a un escalón similar al de la gesta independentista?

La Nueva Cuba se ha convertido en el territorio equivocado donde impulsar un proyecto de vida orgánico. A lo que debemos sumar el auge de la prostitución, el destape de la homosexualidad y las parejas negadas a tener hijos o inclinadas a procrear fuera del país.

La contribución de Celia-Yunior a Pan y Circo denotó la vitalidad de ese otro circo que es la recepción del arte contemporáneo. No es casual que la pieza -0,01% fuera tildada de solemne, tediosa y nada chic. En este sentido, la pieza es autofágica: cuanto la demerita ante los reclamos fashion, implicaría su razón de existir como garantía de autenticidad.

Este dueto parece sentirse cómodo en los ángulos incómodos de la expansión museográfica. Un desarreglo que potencia su interés por cuestionar los códigos petrificados de la Institución-Arte; pero sin darle la espalda o virarse contra ella en desacato frontal, para cristalizar el sueño de explotarlo todo donde mismo comenzó todo.

Ningún asiento le vino mejor a Modelo escala (2013) que un pasillo de las salas dedicadas al arte cubano en el Museo Nacional de Bellas Artes. Como parte de la muestra colectiva Para quebrar los muros (2013-2014), curada por Aylet Ojeda, utilizaron al museo como medio para recalcar el envejecimiento de la jefatura estatal.

En Modelo escala se amontonaban objetos en desuso, cuya función histórica los obligaba a permanecer en el mismo rincón de siempre. Sillas, mesas, computadoras, devenían retratos no hablados de quienes los usaron hasta quedar neutralizados por la robotización que genera un patrón disciplinario. Mientras, en las paredes se desplegaron gráficos que informaban acerca de la edad avanzada de los trabajadores del museo.

Otra vez los artistas pretendían remover un espacio de convalecencia burocrática, mediante el objeto como testimonio del sacrificio anónimo; humanización que volvía inoperante la persistencia del anquilosamiento como ganancia de asalariados longevos. Otra vez el proceso involutivo validaba las intervenciones de quienes albergan preocupaciones imposibles de sintetizar visualmente.

Celia-Yunior esbozan una anti-dialéctica del remiendo político, un movimiento tan circular como irrepresentable. Tal vez sean los arqueólogos de una Neo-Revolución escatológica o los dinosaurios precoces de un compromiso inútil.

Modelo escala denotó una solución apocalíptica, encaminada a fulminar la resaca del entusiasmo colectivo que balbucea en los mentideros de una isla flotante.

Ni cautelosos ni panfletarios, el dúo habanero refuta la noción del artista como ideólogo. En el limbo de los equilibristas, la operación consiste en un ajuste de cuentas simbólico que persigue compensar la información escamoteada por los medios de difusión masiva.

Cuánto darían los nativos de a pie, esos sufridores ejemplares cubanos, porque esta manera de ilustrar el naufragio evolucionista perdiera vigencia. Ello devendría argumento para que el sombrío Franz Kafka no resucitara en cada esquina de la isla, huésped de honor en el retorno del absurdo como emblema de una nación.

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