Stories (ES)

Danco Robert Duportai

Un grito contenido

Por Nathalie M. Sánchez

Cuando la mente del artista está plagada de pensamientos convulsos, su mano se convierte en esa suerte de narradora personal. El creador posee las herramientas para la concreción de la idea, solo le basta brillar en el soporte, cuando con su talento pueda pintar “un grito contenido”.

La necesidad de los artistas de expresar sus más introvertidas pasiones se han hecho eco en los discursos humanistas. La creación cubana no ha escapado en este sentido, en tanto, en mayor o menor medida en nuestro contexto se ha reflejado esa voluntad de defensa, preocupación y crítica con respecto al hombre y su modo de vida en la sociedad postmoderna. El mayor logro lo tienen aquellos artistas que poseen ese ingenio de saber decir de una manera diferente, lo que muchas veces se ha dicho.

Cuando lo más valioso en la creación no está solo en lo que se dice, sino en el cómo se representa, es necesario entonces detenerse en la obra de artistas como Danco Robert Duportai (La Habana, 1997), un joven que, desde ya, posee las habilidades necesarias para enamorar al público con esta capacidad creativa.

Sus obras son impactantes por la naturaleza de su soporte: grapas, sobre las que le agrega unas capas de óleo y luego procede a unirlas en la zona posterior. El resultado visual son imágenes de tan solo 3 o 4 centímetros conformadas por piezas como si fueran un rompecabezas, tal cual escenas narradas de frágiles recuerdos.

Sus modelos son concebidos a base de manchas de color, advirtiendo un interés marcado por la figuración expresionista. Cada pincelada alcanza autonomía y materialidad al construir las formas de las figuras. Su expresionismo “minimalista” comunica de una manera majestuosa. Crear en espacios reducidos le obliga a detenerse más en los detalles, es por eso que es capaz de captar de manera efectiva vibraciones, sensaciones e inestabilidades.

En obras como 16 de marzo. 6:00 pm parecen fundirse en una sola pintura, Gottfried Helnwein con su pieza Stress y el famoso e icónico grito de Munch. Aunque los tres artistas distan en contextos, confluyen en la intencionalidad: presentarnos al humano que proyecta la imagen de la alteración del ánimo y de la fácil descomposición de los sentidos. Una vez más estamos ante un grito seco, mudo y desesperado. La pieza de Danco, por su parte, no posee esa deformidad que se figura en toda la concepción del cuadro de Munch. Como tampoco se advierte la exquisitez en los detalles que destaca en el hiperrealismo de Gottfried, maestro del reconocimiento sorpresivo. Su expresionismo resulta más intimista, más atemperado, pero más doliente. Pareciera como si las razones que atormentan al personaje son menos abstractas y más profundas que las de los otros autores.

Lo que marca la diferencia en la obra de Danco es justamente la grapa como soporte, que no cabe duda que resulta un elemento innovador y osado, pero para nada fortuito. Pudiera que, de hecho, también lo hace, pintar sobre lienzo, sin embargo, se ha dejado llevar por su ingenio y ha sabido explotar las posibilidades que le ofrece este material. Desafiando la supuesta poca perdurabilidad y la complejidad de pintar sobre las piezas de las grapas, pretende mostrarnos una escena construida a partir de la sucesión de miniescenas. De manera que, las piezas pudieran armarse y desarmarse, invertir su orden luego de ser montadas y conformar así una nueva obra.

Fragmentar la realidad, además de otorgarle una nueva significación a la obra, evoca esa sensación de lo vago y lo frágil que resulta el recuerdo. Esto lo convierte no solo un creador postmoderno, sino en un artista que entiende que el valor del arte se inicia desde el estudio donde fue concebida la pieza, y se completa con la intervención del público.

Danco es un artista que tiene esa capacidad para fundir forma y contenido de manera efectiva en solo pocos centímetros de formato. Más que un pintor es un creador minimalista y experto en comunicar la condición física que posee un grito contenido.