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Erniel Chacón

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La inquietud de lo propio

Por Nathalie Mesa Sánchez

Voluntariamente inquietante es la condición en la que presenta la obra de arte Erniel Chacón. Un artista que trabaja fundamentalmente la escultura y la instalación, construye un imaginario desde la aparente pobreza del objeto. Digo aparente porque es cuestionable la definición de objeto pobre, cuando el artista lo dota de nuevas definiciones. Entonces no se trata de una obra construida a partir de objetos pobres, sino de materiales estéticamente endebles y carentes de “belleza”.

¿Erniel se ancla en el término de obra inacabada, –definición que viene desde el romanticismo–, o simplemente se trata de un artista más de la era post-moderna que experimenta con soluciones asequibles y articuladas en una idea sólida y con mucho que decir?

Los materiales que emplea son el cartón, la madera, el cemento, el metal e incluso los elementos tecnológicos. Creaciones como Tecnología (2010), me recuerdan por instantes obras de Chuli Herrera, cuando trata de poner al alcance del público la tecnología como un medio para producir arte. Sin embargo, no podemos decir que Chacón se parece a ningún otro artista, no es un escultor clásico que moldea, talla el material, sino que posee las herramientas para la revalorización del objeto escultórico semejante a lo povera, pero desde un imaginario que pretende: “expresar el aspecto energético y transformador del trabajo”, como él mismo platea. 

Presenta la obra a partir de lo que entiende como la siembra, la minería y, desde lo popular, trabaja con la pelota, el hacha del campesino. Le interesa lo más puro del objeto, sin transformarlo completamente, sin enriquecerlo de parafernalia y sin introducir lo kisch a su maquinaria de ideas. Es por ello, un artista audaz al ser capaz de resolver invitarnos a que seamos partícipes de una producción sin adornos, sin complacencia y sin tapujos.

Su producción resulta inquietante por los procesos internos que puede generarnos su obra como espectadores. Intentar presentar con lo desvalido y lo “feo”, un ideario propio, y a la vez amalgamado de ideas sustancialmente guarnecidas, es su mayor virtud como artista. El concepto de lo feo es sencillamente su realidad más auténtica.

Erniel es inevitable que coquetee con la relación arte naturaleza a partir de muchas de sus obras como Transgresión (2006). Esta pieza la conforma un árbol derruido o más bien trabajado, según la postura que lo quiera ver el lector. Esta planta puede verse como la representación de la naturaleza sin vida, sin embargo, las hachas, las palas que se encuentran adheridas a él, son un símbolo de vida, de lo que se alcanza con trabajo y esfuerzo. De lo que se renueva y permite la fertilidad de noveles proyectos.

Su posición de acercarse al trabajo y la preocupación por el hombre son una necesidad de expresión para él, como artista. Asimismo, forma parte también de un acercamiento a un realismo que desde mediados del siglo XIX tiene la intención de presentarnos una “realidad” marcada por la subjetividad y por su contexto. Mi voluntad (2007), es una de las piezas que ya viene enraizada con este pretexto. Las botas del campesino son semejantes a las que pintó en 1886 Van Gogh, en cuanto a la significación de lo ausente: el campesino, el hombre de la tierra, y distan, además de por la manifestación, por los atributos que les coloca Erniel: las plantas, la tierra. Si pudiéramos categorizarlo, diríamos que es una continuación de Naturaleza muerta con botas o Par de botas del autor europeo, en el que le agrega otros elementos para aterrizar al espectador del siglo XXI en la una realidad que deviene de hace siglos, y que todavía perdura.

¿Pero qué es lo que realmente quiere decirnos Erniel? ¿O es que acaso le preocupa algo? Sin limitarnos a pensar que el arte siempre busca, o al menos intenta repensar, cuestionar, dialogar, comunicar, y, sobre todo llevarnos a la reflexión, este artista desafía el concepto absurdo de lo bello para proponernos su visión del mundo contemporáneo. Estamos ante una representación de lo burdo, y no por ello deja de ser hermoso. Estamos ante un constructo de obras cercanas al arte popular como expresión de una tradición cubana y por supuesto, una manera de entender su modo de ver, interpretar y representar el mundo.

Por su parte, Chen (2010) es una obra que trabaja con la relación con otras culturas, amalgamada a una agraciada subjetividad. En otras piezas como Pico (2017), se detiene en cómo se construye el objeto y no en el objeto terminado. No le interesa su apariencia, su conclusión, sino el proceso de concepción de la obra en sí misma, y eso es lo que nos anima a pensar. 

Si nos inquieta su obra no es por la manera tan abierta en la que nos presenta la escultura, sino porque nos dice tantas verdades que en la era post-moderna tal vez no hemos sido capaces de detenernos a pensar. Chacón es un artista que sí le interesa la estética de lo inacabado, pero de una arista de un realismo post-moderno propio, auténtico y desinteresado.

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