Stories (ES)

Alejandro Jurado

Abstracto hasta el tope

Por Estela Ferrer

Cada trazo es, por tanto, la experiencia real con su historia.
No ilustras: es la percepción de su propia realización.
Cy Twombly

No pocos son los cultores del paisaje dentro del circuito del arte cubano contemporáneo. Incluso va teniendo más aceptación en novísimos artistas que se lanzan de lleno a la experimentación. Sin embargo, varios de estos artistas emergentes aún prefieren la figuración o el expresionismo. En el caso de la pintura de Alejandro Jurado Morales (La Habana, 1986) el impulso creativo emana de la vivencia, pero desdoblada en espacios y en música, los que llegan o parten irremediablemente. Ha estudiado los legados de la abstracción lírica y el post-impresionismo en las maneras de resolver las pinceladas. En esta línea es donde se siente más a gusto, entre las manchas de color, los motivos identificables pero que no tienen vocación realista, en la propia libertad y expansión que anima la naturaleza toda.

De ahí que pueda descubrirse la influencia de Riopelle o Hartung en las primeras telas, pero poco a poco eso da paso al romanticismo de Turner y la singularidad de Kiefer. Supongo que es un modo también de constatar la transformación de la visualidad de su obra: de una pintura más agresiva, apegada al chorreado y a una gama de colores de altos contrastes a otra más sosegada donde predominan motivos naturales. En estos cuadros, la aparente oposición de las manchas de color revela la dualidad orgánica que se propaga a partir de las zonas centrales, así como las múltiples manchas que puntúan las superficies coloreadas que emplea resueltamente para indagar en la cotidianidad, lo histórico o la simple belleza del final de un día cualquiera.

Alejandro Jurado realiza una obra centrada en las posibilidades expresivas del paisaje, para canalizar planos de vivencia, empleando las flores como metáfora principal de su discurso plástico. Todo confluye: el tiempo físico, los deseos disipados a través de la vida y la historia nacional experimentada por el cuerpo. Cada cuadro se convierte en fragmento reflexivo de una composición expandida. Una composición que es la propia existencia y su finitud, expresada en cada una de sus aristas: la privada, la social y la política.

Desde los propios inicios, en la etapa más ácida, ya los títulos poseían un valor importante. Después serían más directos y por ello, era más fácil para el espectador descubrir los códigos manejados por el artista detrás de las transparencias y las disímiles capas de color. En ocasiones los títulos, son designados con números romanos porque comienzan siendo estudios, pero la idea encuentra un feliz acabado, se hace más corpórea y así se transforma en obra independiente. Quizás uno de los lugares que más piezas le ha inspirado es el paisaje de Topes de Collantes por su incomparable e irrepetible vegetación, pero en los cuadros es un enigma porque no aparece una referencia directa en ninguno de ellos.

Precisamente, entre el carácter cerrado y el coqueteo con los límites entre la figuración y lo abstracto, se mueve su trabajo actual. Ha aprendido cada uno de los legados de abstractos y románticos, de foráneos y del patio. Una suerte de floresta con todos sus colores y detenimientos, animan a este ensayo visual, que no es otra cosa que un testamento en imágenes, de una experiencia vital marcada por la supuesta inocencia de conjuntos de flores que son fieles a su artífice y a su tiempo.