Stories (ES)

Alejandro Ulloa

Backstage

Por Yanet Vega

“Ah, que tú escapes en el instante en el que ya habías alcanzado tu definición mejor…”
José Lezama Lima

Vienes andando, con los zapatos bañados de sal, y la espuma rodeando tu mente. Tus labios son fríos, pero tú corazón conserva la calidez. Recuerdas que tu sitio viste cuatro letras de un nombre de mujer. No has seguido el camino de las losas amarillas, pero has encontrado tu propia magia, alquimia sostenida por actos de fe.

Miras al cielo y sigue siendo lo mismo que hace 4 años, pero es Madrid hoy. Está vez y quizás sólo esta. Caen hojas. Tu cabeza las detiene en su trayecto a tierra. Allí quedarán… pudrirán. Ahora bajo cualquier pisada, luego arrastradas en cualquier sentido.

Otoño es una palabra nueva, no la había en aquel trópico.

Esas criaturas me desvisten, han entrado en mi espacio sin saberlo. Estoy aquí y espero. Tú, estatua de sal, no regresas a ti mismo. Se hace el silencio. Yo te veo. Despierta, ven hasta mí. Ayúdame a reconstruir mi humanidad. Quiero ser más que un cuerpo perecedero. Pero no, tú te quedas allá… lejos.

El Otro no te deja escapar, te muestra el horror. Para ti no lo es. Lo ves bien, lo miras con curiosidad, con los ojos bien abiertos y sin apartar la mirada. Lo reconoces. Sí, te hace sentir un poco culpable. Deberías estar asqueado pero lo admiras incluso. Lo intentas comprender, moldear, descifrar. De repente te dan ganas de gritar que el miedo existe. Encuentro tu mirada sólo en ese instante. Tú lo padeces allí, donde el deseo, el morbo, la excitación te hacen cuerpo y vida. Te sumerges y nadas en él, sabe a muerte. Vas de la mano del Otro, que te guía por los 7 infiernos. Son lugares mentales, paraísos artificiales donde has dejado de ser hombre y sólo eres carne, huesos, sudor, lágrimas, semen, un golpe seco en el estómago, una lengua asfixiante que te ahoga, una fina aguja que lentamente va perforando tu cerebro sin que salga sangre, sin que nadie más que tú sepa lo que está pasando.

Se encienden las luces muy lentamente pero tu recuerdo es sólo un destello cegador. Es frío el despertar, da pánico. ¿No estabas solo? El público frente a ti clama frenético. Enmudeces.

Sí, ha acabado y debes volver la mirada atrás. El backstage te espera. Toca descansar. Sabes que no será así. No sienta bien volver cuando debes reencontrarte con el espejo.

Alguien dijo que el horror viste caras. Son las nuestras.

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