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Arbelio Fontes

Un nuevo soporte afianza su discurso

Por Ángel Alonso

El ser humano –desde sus inicios- no ha dejado de moverse por el planeta. Las migraciones han dibujado el rostro actual del mundo, impulsadas por una multiplicidad de factores históricos, económicos, políticos y sociales. 

Detrás de los muy diferentes y específicos dramas personales, hay factores comunes en la experiencia de los emigrantes; uno de ellos es la fragmentación que sufre un individuo al interrumpir el desarrollo de su evolución natural. Pierde, al cambiar de contexto, esa red protectora de la que gozaba en su zona de confort, formada por familiares, amigos y recuerdos, pero también por olores específicos, temperaturas a las que se ha adaptado desde la infancia… y es que hasta las cosas que más puedan molestarle de su país, como los ruidos a los que se ha habituado (por ejemplo) constituyen, psicológicamente, una sensación de afecto para su oído.

Arbelio Fontes Rodríguez (Camagüey, 1973) desarrolla desde hace muchos años una serie infinita llamada Éxodo, palabra que originalmente titula el texto bíblico que narra la historia del pueblo de Israel abandonando la esclavitud en Egipto. Si queremos acercarnos al Éxodo de Fontes, y queremos comprender su base conceptual, hay que atender a uno de los factores más útiles para comprender una obra de arte: su contexto. ¿Acaso se trata de establecer un paralelo entre la búsqueda de la libertad actual y aquella huída dirigida por Moisés?

Pienso que va mucho más allá de eso; posee, en el sentido pictórico una peculiaridad que rebasa cualquier explicación simple, cualquier respuesta cómoda. Aquí la ejecución de la obra es tan importante como la historia que le sirve de pretexto, observemos la manera en que resuelve las figuras, su nivel de síntesis. Fontes hace que veamos en nuestra mente lo que físicamente no pintó, sino lo que sugirió; hace que leamos como figuración una serie de manchas abstractas, y ese curioso efecto óptico es lo que realmente nos atrae.

No digo que no sea importante la temática que aborda y las implicaciones que pueda tener como discurso social, solo trato de que prestemos atención a lo que aquí está sucediendo en el sentido plástico y que al final termina siendo lo que le define. Porque en las artes visuales el verdadero peso, digan lo que digan, no está en lo que dices sino en cómo lo dices. Sobre todo en estos últimos cuadros, en los que el fondo posee una cualidad matérica que los hace mucho más expresivos.

El acto de pintar sobre la superficie de arpillera no solo le otorga a estas piezas una belleza muy particular, sino que influye en las posibilidades interpretativas, ya sabemos que el material elegido por el artista, es uno de los elementos que más carga de concepto a una obra1. El cambio del lienzo blanco a este otro soporte imprime a sus cuadros una fortaleza mayor, encierra una actitud muy diferente a la de pintar sobre el blanco pulcro, porque implica una negación a una convención, implica una oposición a una garantía. 

Sus “paisajes humanos” tienen el poder de atraer, no solo nuestra mirada sino también nuestro pensamiento, y por supuesto, quienes más nos identificamos con su obra somos los emigrantes. Y nos identificamos precisamente porque no se trata de una visión catastrofista del acto de emigrar; aquí las caminatas son serenas, naturales.

Ni tiburones atacando balseros ni alambradas cruzadas bajo las balas. Sus figuras están simplemente caminando, tal como en el mar nada un cardumen o como en el cielo se trasladan las bandadas de pájaros. Es esta naturalidad lo que nos asombra, porque no emite juicios ni juzga al emigrante, solo representa estos desplazamientos masivos en los que la personalidad propia se anula para pasar a formar parte de un colectivo.

Los nuevos cuadros de Arbelio Fontes constituyen un salto en la definición de su discurso artístico, cada vez más personal. El uso de este nuevo soporte es una contribución a que su obra constituya una voz propia dentro del extenso panorama del arte cubano.

 

  1. Sobre el contenido que emana del material en que está hecha la obra de arte, así se expresa Thomas McEvilley en su texto: En el ademán de dirigir nubes (On the Manner, of Addressing Clouds): “Ellos son pronunciamientos de criterio que el espectador capta inmediatamente, aun sin pensarlos necesariamente como contenido. Son declaraciones de afiliación, o de alienación de ciertas áreas de la tradición cultural, como digamos, el uso de ciertas técnicas industriales representa una celebración o al menos una aceptación de la cultura urbana industrial y el uso del mármol o la cerámica, sugiere nostalgia por el mundo anterior a la Revolución Industrial”.

 

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