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ayron González

Dayron González, intensidad interrumpida

Por Magaly Espinosa

El artista expresionista transforma todo su ambiente.
Mario de Michelli

Desde los marcos estéticos del expresionismo la realidad se evapora en el aire, se diluye en fragmentos, enmascarándose tras la mancha, el chorreado, la gruesa pincelada, creándose efectos estéticos hermosos y aleatorios, que se acercan a esos vacíos que crean los recuerdos, que no nos permiten saber cómo son las cosas realmente, cuan escondidas suelen estar las intenciones, porque a veces, lo que de verdad sucede es lo que no se evidencia.

Nada hay más engañoso que el recuerdo, por él se deslizan los detalles y las apariencias de lo amado o lo odiado, lo admirado o lo repulsivo. La imagen puede seguir ese incierto camino del recuerdo, para alterar el orden de las apariencias creando otros órdenes difusos y extravagantes.

La obra de Dayron González parece afilar esa filosofía de lo incierto, el ambiente que rodea a las figuras, los espacios públicos o íntimos, la forma en la que representa sus personajes, hacen difícil comprender frente a qué situaciones los coloca el artista, qué los envuelve, qué sentimientos los dominan. Siguiendo esta intención se afilia a la estética del expresionismo abstracto que le permite acercarse a la sensibilidad que brota de lo real, y desde ella provocar emociones en el espectador que serán las encargadas de proveerlo de conocimientos sobre lo supuesto, lo imaginado o lo aparente, una realidad que por disimulada es incompleta.

Como él expresa, emprende una creación que se sostiene en lo que lo impacta visualmente, broten sus emociones del mundo cotidiano que lo rodea, o de la información que genera la comunicación.

Su forma de narrar se sostiene en manchas o salpicaduras de pintura que le permiten interrumpir el relato, tapando el segmento o porciones que definen la obra, disipándose así aquellas partes que nos pueden ayudar a comprenderla. En esa dirección, su pieza Estigma es significativa porque hace evidente esa estética, que además exime al ambiente que rodea a la figura de toda información complementaria.

Tiene como único elemento un hombre vestido de rojo, sobrecogedor bajo ese atuendo, parece no poseer extremidades, el rostro se desvanece tras salpicaduras que impiden apreciar las expresiones, creando un sentimiento de desprotección, abandono, tristeza. Es una visión que desalienta, pero de ese desaliento es que brota su belleza, de la sagacidad del artista para que supongamos diversas circunstancias: podemos estar frente a una conversación interrumpida, un mal sueño o una difícil decisión, pero todo son figuraciones que la solución pictórica provoca.

Father es igualmente hermética, quizás está más definido el ambiente, pero su principal componente es la imagen de un pontífice, un patriarca espiritual, del que no vemos el rostro, ni comprenderemos ante quién se inclina, ni las motivaciones de su reverencia.

Una de sus piezas más atrayentes nos presenta el rostro de un hombre con las manos tapando su boca, un gesto que se identifica con el asombro, el espanto o el miedo. No tiene edad, ni rasgos que permitan reconocerlo, sin embargo, las largas manchas de pintura que lo disfrazan refuerzan la interpretación que solemos hacer de esa postura. La pintura en sí misma, carga esa interpretación, no son los contornos que nos apegan a lo real, es la imaginación del trazo el portador del significado.

Este creador emplaza las figuras en muy diferentes circunstancias, pero todas se empeñan en supeditarse al capricho del trazo pictórico, se dejan manejar por él, aunque el resultado sea duro, despiadado e incierto. Hay también en su creación momentos dulces de intimidad, como en la obra en la que dos figuras se inclinan para saludar a otra que está sentada en un butacón puesto de espaldas al espectador. Trampea con personajes históricos, religiosos y políticos, con tribunas vacías rodeadas de flores y todo ello hace conjeturar que en ningún caso su narración es ingenua.

Las manchas y los chorros intentan desestabilizar lo que se nos cuenta, pero es pura apariencia, porque realmente si miras con detenimiento las flores, estas se convierten en parte de una audiencia humana, o son de nuevo simples flores, un caleidoscopio que va a obedecer al punto en el que sitúes tu mirada.

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