Habitar otro espacio
Por Abel González
“Quizá no parezca que es un mal paso la idea que le ocurrió de poner, como el arquitecto de Bourges, una puerta casi morisca en su catedral gótica”.
Víctor Hugo, Prefacio de Hernani.
Algo que aprecio de Gabriela García es su creencia en el arte como un espacio paralelo, “como otra realidad”, según ella misma nos dice en su statement. Para poder hacer esto el artista debe aplaudir la libertad, sugerir su universo, de cierto modo enajenarse, es más libre el que crea nuevos espacios de coexistencia que el que habla sobre ellos. De aquí que Gabriela prefiera la instalación y no renuncie a la antigua concepción del poeta como demiurgo, como transformador del mundo. Emular con la vida, suprema aspiración del team de Fluxus, también es su deseo.
De la instalación le viene algo muy importante: la alternatividad. Esta práctica inevitablemente dispone del orden del discurso en el espacio, del discurso y del espacio mismo, se escapa de la institución galería o del juicio del curador autorizado. Cuando el público interviene está a merced de una sola voluntad donde no existe el consenso, empieza el universo paralelo del artista. Sus obras siempre encierran un mensaje optimista, y esto hace que ese otro espacio que ella crea sea no solo diferente sino también mucho mejor que el que conocemos, como en Disparo, Antes que escampe, Inmersión y la serie fotográfica Lazos de aire. Son el deseo imperioso de cambiar el curso de la historia del objeto al hacerlo inofensivo, ridículo o elemento armónico de la naturaleza, del mismo modo que una corriente de aire o un arbusto. Restablece su vida, los individualiza, como quien pone una nueva palabra en un diccionario en blanco.
Pareciera que ella pinta con la luz, es decir, que ilumina más que crea. De tal suerte su afición por la fotografía y el video. Alumbra con los colores del cielo, del agua, de las nubes, pone énfasis en la contemplación y el sosiego. Habla de la comunión entre el hombre y la naturaleza, de la belleza en las pequeñas cosas. Epígono del arte prehistórico o naíf o asiático se dirán algunos, pero no. Gabriela está más bien en la tradición del arte contemporáneo que se confronta con los nuevos medios, con la energía que impulsa el performance, con los procesos vitales. Sus materiales de trabajo y sus obras a menudo son efímeras, cifran en la materia la forma del mundo, su enunciado, lenguaje o prosodia. Precisamente por esto va creando microcosmos, equiparando plantas y personas, insinuando la fusión automática con el medio, depurando su poética del instante.
Los artistas que construyen instalaciones aspiran a concentrar un universo en espacios cuatro por cuatro. De cierto modo son visionarios de lo mega y lo infra, conocen la alquimia lo suficiente como para transformar sustancias. Rimbaud dijo en una ocasión: “Es necesario descubrir la alquimia del verbo”. Gabriela practica la de la materia. Así mismo sus obras gozan de la asociación libre, de las visiones raras al uso de los surrealistas, del paraguas deBretón y del ojo de Buñuel. Hay en ella una ecología peculiar y un llamado a los tiempos premodernos. Esto la hace corresponder con una antigua exhortación sobre el deber ser de la poesía (metáfora del arte en general) según Horacio: “dulce et utile”. Por estas razones también aprecio que su obra es una de las mejores formas de engrosar las filas del arte contemporáneo cubano, sin pactar con lo que la mayoría de las personas esperan de él.