Stories (ES)

Gabriela Martínez

Un bosque en primavera
o la dimensión espiritual de Gabriela Martínez

Por Aldeide Delgado Puebla

Eva sin maldición,
Eva blanca y dormida
En un jardín de flores,
En un bosque de olor

Dulce María Loynaz

La comprensión del espacio –urbano o natural- en su cualidad física y espiritual, podría decirse, ha constituido una obsesión para Gabriela Martínez, desde sus años de estudiante en la Academia Nacional de Artes Plásticas San Alejandro. Orientada hacia la abstracción como manifestación artística creativa, la producción de Gabriela devino rara avis en un contexto que si bien, no censuró la práctica abstracta de manera explícita, al decir de Rafael Díaz Casas en Un camino hacia la abstracción, tampoco la promovió (1). La voluntad de rechazo al pasado inmediato anterior a 1959, la creencia de la abstracción como un arte encerrado en su propio lenguaje y la necesidad de gestar una producción que participara de la edificación de la nueva sociedad fueron factores que contribuyeron a la discreción curatorial y crítica que caracterizó el acercamiento teórico a la abstracción, al menos, durante las primeras dos décadas del período revolucionario.

Según Ernesto Menéndez-Conde en Arte abstracto e Ideologías estéticas en Cuba junto a «la percepción del arte abstracto como algo perteneciente al pasado y superado por nuevas tendencias que se caracterizaban por estar más involucradas en el comentario social, la marginalidad del arte abstracto dentro del campo artístico cubano, se debía a que tenía poco que ver con los discursos estéticos dominantes, que se centraban en la idea del compromiso social del arte, el contenido nacionalista de las creaciones y la masificación de la cultura». Por otra parte, Menéndez-Conde también reconoce la reducción de la abstracción de una tendencia epocal y grupal a un conjunto de «individualidades dispersas y solitarias con lienzos y esculturas específicas». (2)

Sin embargo, desde los últimos quince años aproximadamente, diversos investigadores se orientan a la realización de proyectos expositivos, editoriales y críticos que rescatan la tradición abstracta en Cuba y la producción más emergente. En este contexto, la obra de Gabriela Martínez resulta heredera de la práctica informalista que halló en el grupo Los Once significativos exponentes, a la vez que encuentra en la labor artística de Rigoberto Mena –quien fuera su mentor– un referente significativo. En ambos es perceptible –en palabras de Nelson Herrera Ysla sobre Rigoberto Mena– «una densidad espacial extraordinaria que remite a consideraciones arquitectónicas, por momentos urbanas, a situaciones dramáticas colindantes con lo teatral». La obra de Mena «hurga constantemente en las atmósferas terrestres y en el espacio nuboso del cielo, creando en el espectador una sensación de vastedad sin límites, de geografía infinita, cósmica, donde el silencio se instala para conducirnos por los misterios increados de la vida» (3). No es de extrañar entonces que, Rigoberto Mena se sintiera atraído por la obra temprana de Gabriela Martínez caracterizada por la explosión de negros, ocres y otros colores sobre el lienzo.

En Rema que aquí no pican o Sin Título ambas de 2012 la autora plantea un registro sensorial del espacio urbano. La transformación de la escena pública, los niveles de contaminación y pobreza de la ciudad y el abandono y deterioro de los edificios son algunas de las problemáticas que emergen de la producción abstracta. Martínez, como el Sr. G de Baudelaire en El pintor de la vida moderna (1863) es una observadora, paseante y filósofa. En sus cuadros muestra la ciudad desde una perspectiva subjetiva, contempla los paisajes de La Habana, sus paredes roídas, sus capas superpuestas.

El proceso creativo podría definirse como la acción centrada en captar el espíritu de su entorno. En ocasiones he pensado la obra como la subjetivación de la práctica antropológica y es, que en su caso, el saldo cognitivo se produce mediante las manifestaciones personales, intuitivas y de reflexión ante los diferentes espacios. En la pieza citada con anterioridad Rema que aquí no pican, Gabriela inserta una grafía popular que remeda las consignas presentes en los muros de los barrios de La Habana, en algunos casos asociadas al poder político, en otros expresión de libertad del pueblo. La serie de lienzos realizados durante esta etapa forman parte de un estudio que entronca con los conceptos de la ciudad imaginada, la ciudad sentida, la ciudad vivida. Un mapa emocional que evidencia las relaciones del individuo –la artista– con su contexto.

En el año 2013, la visita de Gabriela Martínez a Nueva York y el encuentro con las grandes figuras del expresionismo abstracto Jackson Pollock, Willem De Kooning y Robert Rauschenberg condicionaron un período de experimentación y definición del discurso ideoestético que caracterizaría su obra posteriormente. Al tiempo apostó por una mayor incorporación del color en sus lienzos, el trabajo con materiales no convencionales y cierta inclinación hacia una tendencia más figurativa y expresionista que se reconocía deudora del genio artístico creador de Fidelio Ponce y Antonia Eiriz.

En algunos trabajos como Pensamiento fálico (2013), Autorretrato (2013) y Punto de Huracán (2013) se percibe un cambio en los intereses que, hasta el momento, habían caracterizado las obras. Si antes, se trataba de un registro del espacio exterior y público, ahora Gabriela se advoca hacia una zona más privada e íntima donde la obra termina siendo un ejercicio terapéutico ante sus vivencias familiares y estados de ánimo. Se trata de un viaje de exploración interior manifestado en las atmósferas perturbadoras, conflictivas y de marcado acento psicológico presente en los lienzos. Por otra parte, obras como Presencia de la ausencia (2015) o Una tarde sin tu verde (2015) constituyen ensayos que indagan en las cualidades matéricas de la propia pintura, el empaste de las composiciones y el grosor de las pinceladas. Resultan –al fin y al cabo– regodeos en la abstracción, en su dimensión meditativa, espiritual, pictórica, aun anclada en la necesidad de captar y sentir los ambientes.

¡Gabriela es una romántica! (4)

Presentándose a sí misma como una suerte de chamán, una mediadora entre lo terrenal y lo espiritual el trabajo más reciente de la artista entronca con lo que podríamos afirmar su producción más consolidada. Su vocación purificadora y de reflexión interior ha hallado en la naturaleza la máxima expresión de libertad y paz. En Area 51 (2015) o Universal Consciousness (2015) la artista ha demostrado su predilección por los grandes formatos como forma discursiva sobre la eternidad, la inmensidad y la cualidad envolvente de la pintura. Los materiales utilizados (acrílico, asfalto, cemento, madera, óleo, desechos, metal) unidos a depósitos de cabellos, fluidos y huellas de la artista en el proceso de creación, devienen manifestación de un proceso ritual que persigue la conexión con lo ancestral, lo natural y los valores del universo.

  1. Rafael Díaz Casas. Un camino hacia la abstracción. Consultado en http://www.diariodecuba.com/cultura/1446935227_17978.html
  2. Ernesto Menéndez-Conde. Arte abstracto e Ideologías estéticas en Cuba. Consultado en https://www.academia.edu/2472385/Arte_abstracto_e_ideolog%C3%ADas_est%C3%A9ticas_e n_Cuba
  3. Nelson Herrera Ysla. Viva la abstracción. Consultado en http://cinereverso.org/viva-la- abstraccion-por-nelson-herrera-ysla/
  4. Entiéndase referido al Romanticismo como movimiento artístico cultural de finales del siglo XVIII. La obra de Gabriela Martínez se relaciona con el pensamiento romántico desde la perspectiva de la importancia de las emociones, los instintos, los sentimientos y sobre todo por la evocación a la naturaleza mediante la representación de un paisaje de cariz espiritual.

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