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Glenda Salazar

La Fotografía de Glenda Salazar

Por Royce W. Smith

Durante la época del daguerrotipo y el desarrollo de la fotografía durante el siglo XIX, había un enfoque formidable en la realidad —la capacidad de la empresa fotográfica producir (y reproducir) impresiones y visiones de realidades—. Pero al mismo tiempo ese enfoque inspiró una exploración del enlace entre la cámara y un mundo de fantasías, quimeras, e ilusiones. Tanto como las imágenes de Elsie Wright y Frances Griffiths en su obra muy conocida del año 1917, The Cottingley Fairies, capturó un choque (o una complementariedad) entre mundos físicos y metafísicos, la instalación de la fotografía de Glenda Salazar continua este juego entre el espectador y su ambiente y abre portales a mundos conocidos e inalcanzables.

Salazar empieza con formas, estructuras, objetos, y escenas bastante comunes —pero cortados de un contexto integrado y completo. Su ‘panorama’ fotográfica no produce un conjunto de influencias que, por turno, participa completamente en la gran historia de paisajes artísticos, pero demuestra fuertemente con la cámara los límites y las fronteras de la belleza natural y artificial. Además, su instalación —encima de la audiencia y en forma redonda casi como si fueran portillas de un carguero— da a entender visiones de tierras desconocidas y experiencias desapercibidas.

El alineamiento escogido por Salazar —estimulando los ojos apuntando al techo de la galería en vez de la pared—produce efectos espirituales tanto como produce la sensación inquietante de ahogarse: el visitante encontrándose a si mismo en un barco hundiéndose dentro de miles bellezas y sufrimientos. Esta travesía potente en el sublime contemporáneo es una función de fuerzas locales y extranjeras— rodeando al espectador y manteniéndose a una distancia atormentada. También, la belleza contemporánea es, como dice la fotografía de Salazar y otros fotógrafas de su época (por ejemplo, Rosemary Laing, Patricia Piccinini, y Graciela Iturbide), una combinación de elementos históricos, naturales, y sintéticos que produce una colocación, una orden nueva. Un hueco también puede servir como portal, y la fotografía de Glenda Salazar nos transporta a unos mundos desconocidos, utilizando como su vehículo nuestras memorias, recuerdos, y esperanzas de situaciones y eventos mucho más familiares y conocidos.

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