Magazine 32 (ES), Stories (ES)

Jany Batista

(Neo)cartografías de un paisaje insular

Por Liannys Lisset Peña Rodríguez

La isla titubea, se define otra vez, vacila de nuevo (…) La ola despinta cada intento de definición, cada palabra (…) Son pedazos de nosotros que regresan, insisten, perpetúan el ciclo1 (…) diría Rufo Caballero ante los paisajes insulares de Jany Batista. 

La isla como arquetipo fluye en su imaginario. Es sugerida a partir de una economía de recursos visuales; cuya retórica perturba al espectador. Aludir a ella, es pensar en Virgilio y la (im)pertinencia de las aguas. Rufo la cita como (…) el documento de nuestros cuerpos2. En El siglo de las luces, Carpentier manifiesta: es el encierro de vivir en una tierra sin caminos hacia otras tierras. Para Jany Batista es, simplemente, esa memoria burlada y fragmentada, que decide plasmar como un tipo de (neo)cartografía de un paisaje insular. 

Las imágenes establecen ese punctum bartheano que nos afecta y moviliza. Sostienen relaciones forma-contenido en lo simbólico; y hace que la escena quede sujeta a variaciones innumerables; situándola en el vínculo con lo extra-imaginal. Todo es sugerido; para propiciar una simultaneidad entre ausencia-presencia: ya que si bien es cierto que algo no está, tampoco es necesaria su apariencia implícita para significar. 

Rota y recortada en piezas dejas de ser la Pangea que fuiste y te recompongo a mi antojo (…) dejas de ser quien eras para ser la posibilidad en un millón3. En esta propuesta, Batista disjecta membra los elementos precondicionados (mapas) y establece una poética que introduce al equívoco, a la penumbra. Son fragmentos preformados, extraídos de mensajes o textos preexistentes, y los yuxtapone para integrarlos en un conjunto de contextualidad compuesta y antagónica. 

Lo utópico permite a Batista  modelar su arquetipo de isla; una porción de tierra indefensa a merced de las aguas; ese outopos, “lugar que no existe”, o “buen lugar”. Reformula lo subjetivo del concepto territorial al cuestionar la condición real de “tierra que los pies pisan”. Representa zonas geográficas a partir de un tipo de antimapa; como un desafío al prototipo imaginal desgastado, que supone esta significación desde lo tradicional. Son narraciones críticas, que desacralizan y desmontan el mito ya mercantilizado del concepto insular. 

Ante sus obras la imagino en el proceso de mapeo. Al rasgar, cortar, recolocar las piezas como un puzzle, conforma, desde una visión cínica, su espacio geopolítico ideal. Privilegia lo manual, porque cada una es “íntima” reinterpretación de lo insular, y todas las (in)definiciones que conlleva.

El trato con lo semántico (leyendas) es elemento indispensable del lenguaje cartográfico. En las obras opera un proceso de supresión visual: la sugerencia textual se asocia a lo representado en imágenes de naturaleza conceptual infinita, que exigen verse a la distancia, calma y minuciosidad; cual geógrafo, que interroga cada mapa y exige descifrar el engaño de las apariencias. 

Bojeo alude a la búsqueda y descubrimiento; pone en práctica lo que argumenta su naturaleza etimológica. Batista explora, traza líneas, busca en cada accidente geográfico, la posibilidad de nuevos paisajes. En sus imágenes se presenta una elipsis por supresión: a través de lo cromático como elemento dominante, proyecta un paisaje subjetivo, condicionado por la información textual anexa. Ambos garantizan la sustitución de contenidos, no disponibles visualmente; pero que el espectador, en el proceso de investigación, ante la imagen, está invitado a completar. La artista admite que su intención radica en establecer una complicidad con el observador, favorecer la interacción, el juego.

Nanay es dolor en quechua. El vocablo es justificación para representar como una caligrafía el límite de las costas latinoamericanas. Un latido o trazo son suficientes para compendiar esa memoria de la resistencia. Al delinearlas, teñirlas en rojo metaforiza sobre la utopía, esa que para Camnitzer, busca la perfección, como un espejismo. El minimalismo en la escena sostiene una permutación simbólica: condiciona la visión a variaciones infinitas, y generan complejas relaciones forma-contenido. Una obra silenciosa que activa en la superficie un amplio campo de interpretaciones; porque Nanay, también, es un río, que junto a otros dos, transforma a la cuidad peruana de Iquitos, en isla. Ahí están inconscientemente, esos espacios de soledad persistentes como un mito.  

Representar es para Jany Batista salir de la zona de confort, ir a contracorriente, desacralizar el imaginario heredado. Todo a partir de la activación de componentes imagino-textuales; que aún in absentia, existen. Sus imágenes precisan (de)construirse de su condición tradicional (Pangea); insinuarse como paisaje subjetivo (Bojeo) o crear, a través de la poesía (Nanay) un tipo de grafología que no puede separar de su conexión territorial. 

Jany Batista se auto-cuestiona, críticamente sobre ese paisaje (no)posible que representa ausencias sucesivas e incertidumbres. La cartografía artística es representación irónica de sus pensamientos (…) Se trata de hacer del arte una experiencia estética más allá de un objeto de contemplación, al facilitar el cruce de ideas y opiniones compartidas4 (…) Volver a los mapas es el pretexto, para fabricar su utopía como esa representación del nosotros que para Batista no es más que (…) un yo sin compromisos, nuestra posesión de la memoria.5

1 Caballero, Rufo: “Arte cubano, 1981 M-2007: Dime lo que más te ofende” en Lenguaje Sucio. Narraciones críticas sobre el arte cubano. Vol. II Editorial Hipermedia 2019 pág.59.

2 Ibídem. 

3 Batista, Jany: Noches Blancas. Trabajo de Diploma. Facultad de Artes Visuales. Universidad de las Artes (ISA) 2024 pág.99.

4 Ibídem pág.62.

5 Ibídem. 

Jany Batista
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