Lugar de tierra y mente
Por Mónica Pérez
El artista ruso y profesor de arte Pavel Chistyakov (1832-1919) declaró en algún momento que “todo lo que es más duro, valiente y más noble en el arte se expresa a través del dibujo.” Sin considerar el contexto en que el maestro haya sentenciado tal afirmación, sus palabras dejan al descubierto la naturaleza límpida y audaz del arte de los trazos y las líneas. Amén de la llaneza que genera la mesura cromática, junto a la libertad de la línea que sin tapujos puede transitar del desenfado a lo exquisito, algo más en el dibujo sostiene el peso de manifestar “…lo más duro, valiente y más noble…” Y es su fuerza primigenia, esa carga cognitiva-cultural de la forma inicial, de la idea primera que, evoluciona y aun así permanece… esa gustosa y singular intimidad que solo el dibujo puede consumar con las subjetividades.
Cada línea trazada es la culminación de un camino que inició en la conciencia del artista. Orbes interiores materializadas en la simple complicidad del hacedor con su instrumento, sin otro aderezo o tamiz. Solo las ensortijadas cavilaciones de la psiquis creadora, consiguen inducirnos por senderos sinuosos hasta llegar al entendimiento –o bien dejarnos varados por uno de ellos-. La mano virtuosa traza así el testimonio y el testigo participa de la historia, o lo que de ella asume.
De esta forma, muchas veces nos adentramos en escenarios tan ajenos a nuestras experiencias, como los que se erigen en la mente de Jorge Luis Pulido (JPULISHK), quien los transcribe en tinta sobre cartulina, para volvernos cómplices de sus extrañas entelequias. Aquí, el decir del profesor Chistyakov aludiría a los ámbitos insólitos que el camagüeyano, con toda lisura, nos arroja directamente desde su cosmos. Episodios éstos inquietantes, donde la naturaleza parece desequilibrarse y crear mundos alternos, que consiguen burlarse de lo que entendemos como “real” o “normal”.
Una figura femenina vestida a la usanza europea, quizá de finales del siglo XIX, nos interpele desde la obra El milagro no.4, con la aterradora naturalidad de llevar una rosa como cabeza. Se mantiene imperturbable, como si formara parte del denso bosque que la circunda. Como si ese lugar que la custodia, guardara los secretos de su historia y de otras criaturas alucinantes, que tal vez deambulen por la indómita espesura. Un halo del bosque Ryhope envuelve la atmósfera. Esa arcana extensión que describe el libro Mitago Wood –conocida influencia literaria en el artista- tan llena de misterios y sofocante actividad espiritual. La mujer-rosa parece delimitar el espacio y como engendro de la salvaje arboleda, advierte sobre lo que más allá habita.
Se imbrican así en las obras de Pulido, lo primitivo de la línea con el impulso originario de la naturaleza. Los ademanes se vuelven a ratos impetuosos, a ratos delicados, en un intento apremiante por exaltar la monumentalidad de la creación y re-asumirla como su hábitat –como lo fue para el hombre desde el inicio-. De tal manera, en su serie En el hábitat de mi arte, la naturaleza se alza gloriosa sobre vestigios humano que, no obstante, se perciben orgánicos con el medio. Fragmentos quizá de la memoria del artista, de sus vivencias, de sus anhelos, irrumpen en la frondosa vista cargada de selva y trópico. Su intención no es otra que la de regresar a lo primero, la de volver a esa naturaleza olvidada, mancillada. Como si en un acto de arrepentimiento tardío, el hombre quisiera resarcir su daño y agenciarse su propia oportunidad, posiblemente ya sin respuesta. Impulsos desesperados por recuperar una armonía ya genésicamente perdida, llevan a uno de los personajes de JPULISHK a adentrarse en el tronco muerto de un árbol o al propio artista a continuar poblando sus cuadros con esos seres híbridos humano-vegetal, que cargan el peso de la ansiedad creadora y la desazón de quedarse a mitad entre dos reinos. Y en esa ambigüedad reposa la obra de Jorge Pulido, en ese hábitat de confrontaciones silenciosas que parecen proferir a gritos las inquietudes del artista. “Un mundo de tierra y mente, un reino al margen de las leyes espaciotemporales de la realidad”, que socava las interioridades de “este lado” y remueve hondos cuestionamientos.
¿Somos conscientes de que cada acto conlleva una consecuencia? ¿Podrá el hombre soportar la que le toca? ¿Qué sucedería si la naturaleza comenzara allanar nuestro territorio y fabricara colosales lirios sobre nuestras sienes? ¿Acaso no debimos señorear sobre ella con sabiduría? ¿Cómo recuperamos ese vínculo sin que se creen impactos violentos?
JPULISHK decide mostrar esas zonas de choques, a través de paisajes anacrónicos que intentan reanimar, forzosamente, ese vínculo perdido. Y a la vis surrealista de sus escenas, le incorpora el conocimiento del hombre relacionado con la literatura. Los dibujos El milagro no.7 (Basilisa la Hermosa) y La zorra y las uvas, descontextualizan relatos que en algún momento acompañaron nuestras lecturas de infancia. Sus historias ahora se re-escriben como parte de nuevas narraciones, devenidas más bien en secuencias oníricas.
Pequeños macro-universos los de Pulido –a veces hasta de 20 x 20 cm- que amalgaman un cúmulo de saberes, sentires, búsquedas ininteligibles a nuestros ojos. El enigma conforma todas las imágenes y el esmerado dibujo queda matizado por misteriosas pinceladas que descolocan la mirada. Territorios encriptados, de desatino, intelecto y arte donde, invariablemente, siempre se escucha el palpitar de un bosque.