Stories (ES)

KHRONOS Art Group

Del pop a la porno-iconicidad

Por Lilianne Rodríguez

Quizás KHRONOS deba entenderse como el último efecto de la saga tardo-posmoderna en la producción simbólica emergente dentro de Cuba. El de KHRONOS, en cambio, viene a ser un síntoma inédito de esa alta posmodernidad en nuestra cultura visual.

Si tomamos en cuenta nuestra realidad cultural hasta comienzos de los años 90, especie de híbrido entre la estética occidental y la propuesta sui generis que reciclamos de los países del Este, caeremos, de manera inevitable, en una cuestión que insinúa una gran paradoja cultural: ¿En qué extraño simulacro vivíamos, cuando emulábamos, esencialmente, las formas y tendencias culturales de Occidente, sin un conocimiento pragmático de aquella realidad, diseñada y controlada en todos sus matices por el mercado? Y de ahí, a otras tantas preguntas que se deslizan: ¿Podemos hablar de una influencia evidente del mercado y sus códigos formales en el arte cubano posterior a la década ya referida? ¿Existió/Existe en nuestro contexto, algún(os) artista(s) influido por la ortodoxia del Pop Art, enfrascado en revertir la experiencia del mercado y la industria cultural hasta convertirla en arte? ¿Puede hablarse ya, en nuestro espacio, de una conciencia mediática sin inocencias, capaz de moldear actitudes, costumbres, estilos/simulacros de vida, entre otros performances sociales? ¿Tiene alguna posibilidad en Cuba un arte de esencia mediática, cuando todavía seguimos siendo un país desconectado, con una televisión de siete canales donde la publicidad es una anacronía en medio del feudo propagandístico?

KHRONOS, en su cronología creativa, parece formularse –aunque no de manera explícita– todas estas preguntas. Sobre todo, esas en las que se discute la fortuna que ha tenido en nuestro contexto, afectado por tantas condiciones sin/irregulares, el arte de los medios, la tecnocracia, y esa forma ya clásica, perpetuada en su iconicidad, que elabora el núcleo duro del Arte Pop. Hasta podría parecer impostada la actitud estética de este dúo creativo, la manera en que se apropian del pop norteamericano cual si no se tratase de una tradición ajena, inadaptable a nuestro imaginario cultural. Pero esa estimación no sería más que un reflejo provinciano, ignorante de los nuevos coqueteos que se insinúan en nuestro entorno, en tanto comenzamos a dialogar sin prejuicios con los códigos del mercado.

Aquella isla prefabricada, suprematista, víctima en su niñez de la revista Sputnik; marcada en su juventud por la intermitencia de legendarios videoclips de Michael Jackson y Madonna, la esporádica aparición de Nintendo en algunos hogares y la imagen aterciopelada de los Backstreet Boys; profanada en la adultez por la pornoviolencia de Bruce Lee, Steven Seagal, Jean-Claude Van Damme, Arnold Schwarzenegger y Chuck Norris, ha dejado de existir, se ha convertido en un mito irrepetible, digno de cristalizar en un museo. Hoy día, en cambio, despertamos a otra realidad: insospechadamente tecnócrata, significada a través de iconos, imágenes, sonidos, espacios virtuales… Y es en esa permuta hacia lo virtual, en esa doble identidad (socialista-capitalista; tercermundista-consumista) que nos codifica, en la mitomanía y el stress mediático, donde cobra sentido la producción (¿artística?) de KHRONOS.

Si la retórica de este dúo se enmarca en la serialidad y saturación de un mismo icono, remedando así el modus operandi del mercado, su creación, en cambio, se desplaza y varía entre un soporte y otro. De esta manera, nos enfrentamos a una producción donde no existen jerarquías estéticas, puesto que se concierta una procesualidad que relaciona pintura, escultura, video arte, fotografía, publicidad, entre otras prácticas que arrogan el espíritu contemporáneo.

Un puñado de cuadros inscritos en la estética pop, adornados por un tono irónico que se refleja a través de frases simples, de una vanidad extrema, comenzó la saga creativa de KHRONOS. Luego vino la sobreexposición; la construcción de una imagen propia y ficticia, excéntrica y alucinada, sustancialmente trendy. Porque KHRONOS, sin lugar a dudas, empieza en la actitud que exteriorizamos, en la cínica condición de posar en todo momento, imaginándonos bajo el foco sempiterno de una cámara HD o 4K. KHRONOS definitivamente recuerda esa película de culto americana, The Truman Show (Peter Weir, 1998), donde se nos sugiere la vida como un eterno reality. Después de todo: ¿Dónde comienza y acaba la ficción?

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