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Leticia Morejón

En mi ausencia

Por Leticia Morejón

¿Qué es la vida humana con respecto a la eternidad?, sino mucho menos que un día. La vida es un largo camino de calma, resignación y condena que sólo nos lleva a un sitio (la muerte). Mi obsesión se ha convertido en cómo burlar este inevitable destino, que no deja de azotar mi mente ni un instante, ya que biológicamente puedo obtener cierto control sobre estos hechos. La pintura sin duda alguna se ha convertido en ese espacio en el cual puedo procrear sin necesariamente tener que condenar, es el lugar en el que constantemente propongo el lecho de mi propia muerte sin limitación alguna, es el único modo de violar la naturaleza y permanecer aquí por mucho más tiempo que el de un humilde pestañazo.

Es por ello que en cada lienzo recreo, “inexpertamente”, o planifico de algún modo el espacio donde nunca podré dejar de existir, esto creo que justifica el porqué las gamas de colores que utilizo, aún no he encontrado algo tan indiscutible como el hecho de crear un color, para un pintor ese es su ADN y el origen de todas las cosas, o la muestra de la inconfundible sinceridad de la naturaleza.

Sin duda lo que substancial y fundamentalmente somos no será nunca objeto de conocimiento claro y distinto. Lo que podamos conocer —la vida y la muerte, la luz y las tinieblas, lo sólido y lo vacío— serán los aspectos relativos de algo tan inconcebible como el color del espacio. Despertar no significa conocer qué es esa realidad.

Pretendo transmitir espontaneidad pero no como un impulso desordenado y ciego o por mero capricho, dentro de esa libertad encuentro un orden de pensamiento correspondiente e seres instantáneos que poco a poco me sumergen en lo desconocido para alcanzar el saber.

Muchos me han cuestionado el por qué los animales, bueno. Mi respuesta podría ser Me muero como me dé la gana, pero es cierto que existe una razón, y en realidad encuentro tal fidelidad de los animales hacia la naturaleza que prácticamente es un ciclo que hace homenaje a la existencia de manera inconsciente. Creo que en las muertes de estos seres sus espíritus se iluminan de tal manera que encuentran sabiduría en lo que esta mas allá del mundo y de los asuntos humanos; Aunque el espíritu se halla más allá del mundo siempre se queda dentro de él y eso es algo que yo como ser pensante no he podido lograr, ya que para hacer homenaje a la existencia tendría que aceptar mi condición. Realmente no creo que yo sea la única con este padecimiento, el hombre occidental en general se centra muchas veces en el cómo violar estas normas naturales. Vivir para morir.

La inteligencia humana no es un espíritu lejano que ha sido enjaulado sino un aspecto de todo el organismo muy complicadamente equilibrado que constituye el mundo natural. El cielo y la tierra son por igual miembros de este organismo, y la naturaleza es tanto nuestro padre como nuestra madre, y la vida y la muerte así como en el yang y el yin: los principios masculino y femenino, positivo y negativo, en equilibrio dinámico, que mantienen el orden del mundo. La idea básica que encontramos en la raíz de la cultura del Lejano Oriente es que los opuestos son relativos y por ende fundamentalmente armónicos. El conflicto es siempre comparativamente superficial, pues no puede haber conflicto de fondo cuando los pares de opuestos son recíprocamente interdependientes. Por esta razón nuestras rígidas divisiones de espíritu y naturaleza, sujeto y objeto, bien y mal, artista y medio, son totalmente extrañas a esta cultura y provocan incertidumbres y confusiones básicas naturales.

Si la mente no está recubierta de viento y de olas, siempre vivirás entre montes azules y árboles verdes. Si tu verdadera naturaleza tiene la fuerza creadora de la Naturaleza misma, dondequiera que vayas verás peces que saltan y gansos que vuelan.

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