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Levi Orta

Los resquicios entre creación y política en la obra de Levi Orta

Por Yonlay Cabrera

En 1928 Jorge Mañach presentó en forma de conferencia sus reflexiones en torno a uno de los rasgos más típicos de la psicología del cubano: el choteo. Para Mañach, el choteo ocupa un espacio ambiguo donde se mezcla el ingenio popular y la burla ante todo lo autorizado. De ahí que se trate de una forma de resistencia ciudadana y a la vez una falta de confianza en los beneficios de las jerarquías sociales. Es precisamente en este punto, donde el choteo se vuelve sumamente efectivo como detonante de significados.

En el plano de la política, los líderes y dirigentes en ocasiones adoptan posturas que son muy propensas a la burla. No es de extrañar entonces que un artista cubano, presente de forma descarnada y frontal esta realidad, sin manipulaciones. Simplemente porque no es necesario manipular un video donde un político empieza a cantar como parte de su presentación pública. Sin tomar partido ante ninguna ideología en particular, la obra se compone de fragmentos encontrados, reunidos con el afán del investigador que busca una información recurrente.

La obra en cuestión es Singing alone, del artista cubano Levi Orta. En dos ocasiones he tenido la oportunidad de verla en el espacio y las dos veces me impresionó la parquedad visual, resuelta con la solemnidad con que se representan los contenidos políticos. No obstante, se trasluce todo el tiempo el absurdo de base, dado en la contraposición de lo poco creíble que resulta la referencia al hecho en forma de texto, con la imagen real que vemos en los videos. Y no es que sea raro que un político específico, en medio de una comparecencia decida cantar, lo extraño del fenómeno emerge cuando vemos varios casos, compilados por el artista en una secuencia continua.

Otro de los recursos recurrentes en el trabajo de Levi, es usar obras ya realizadas como materia prima para generar una nueva acción, que a su vez se presenta como una obra en sí misma. La forma en que ejecuta este palimpsesto de reutilización tiene dos tipologías fundamentales: mediante la copia a obras realizadas por políticos a través de la historia, o a partir de obras propias. Es importante subrayar que lo realizado por los políticos son obras de “artes plásticas”, no de “artes visuales”; y no me refiero a la especificidad del término, sino a su concepción del sentido del arte.

Los políticos no han logrado evolucionar al ritmo de la práctica artística. El arte contemporáneo presenta sus problemáticas de una forma poco accesible para una disciplina, la política, que añora las grandes narrativas épicas producto de la pintura de caballete y la habilidad manual del artista-genio. Levi utiliza la copia directa de las obras realizadas por los políticos, con leves modificaciones como el acento de la firma en oro, o la disposición espacial de las piezas individuales articulando una instalación.

Luego tenemos la variante de utilizar sus propias obras como materia prima. Así, la obra ya no es un hecho cerrado que termina en la exposición y comienza a ser un ente activo, capaz de extender su vida útil. La institución arte es el medio que valida la acción del artista, pero no es el fin. Si ese fuera el caso, sería como llevar la obra a morir, para recibir el cortejo fúnebre de un público ávido de intercambios protocolares en la futilidad de las inauguraciones.

Otro elemento que distingue la obra de Levi es la coherencia de sus procesos investigativos. No es obligatorio para el arte contemporáneo que el artista mantenga un desarrollo lógico entre las obras. Pero se agradece mucho poder reconocer que existe la intensión de esgrimir cada vez, con más profundidad, ciertas proposiciones; utilizando metodologías de trabajo que se depuran formalmente a través del tiempo, sin por ello tener que repetirse ni caer en la tentación de los modismos generacionales.

Sus mayores interrogantes son sobre el propio arte y la postura ética del artista como ser social. El artista es un sujeto activo que no acepta los modos en que los medios construyen la realidad y trata de mover el foco de atención hacia las zonas de conflicto, lo obliterado por los discursos oficiales.

Debido a la seriedad de su camino, Levi se ve constantemente impelido a hacer gala de su capacidad de choteo. Es posible que no haya forma más efectiva de abordar un interés muy denso intelectualmente, “que tirarlo a relajo”, como diría Mañach. Lo triste es que, en un final, el motivo de burla no son los personajes a los que esta va dirigida, sino nosotros mismos. La obra de este artista nos pone en evidencia, que aquellos que dedican su tiempo a jugar scrabble o ver porno en las reuniones y concejos, son los mismos personajes que tienen el poder real para decidir el futuro de nuestras vidas.

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