Stories (ES)

Luis E. López-Chávez

Pienso en Galta

Por  María de Lourdes Mariño

No se me ocurre nada, no pienso en nada, es el verdadero “pensamiento en blanco”: como la palabra tránsito cuando la digo, como el camino mientras lo camino, todo se desvanece en cuanto pienso en Galta.

Octavio Paz El mono gramático.

La transparencia del gesto destila una autenticidad que la forma apenas atrapa. Y he aquí que gestual no redunda en mero instinto de supervivencia, aferrado a la materia como tabla última de salvación. Sin prescribir el mundo de conceptos y definiciones, la naturaleza, los otros y el propio acto de percepción se convierten para Luis Enrique en una terapia de sanación. En el sentido antiguo de terapia, donde la curación es además de somática, espiritual. Los gestos repetidos configurados en los diferentes soportes de su obra, se presentan sostenidos por el ritmo de costumbres ancestrales. Estas, de raíz no sólo oriental, pues en el espacio de su búsqueda filosófica, el pensamiento se ata al asombramiento de los días infantiles, con la profundidad medieval que occidente atesora: el vértice, la unión, el punto de giro, donde la eternidad es frágil, finita, pronta a morir.

Pupilas de Santo, serie pictórica desde 2011, lleva al óleo la inquietud acerca del nacimiento de la forma, los misterios de la duración como el elemento primero a la hora de determinar nuevas configuraciones de la imagen. El hecho de que la forma existe, en principio, en tanto cristalización del tiempo dentro de un recorrido finito, nos lleva a percatarnos hasta qué punto la radicalidad de la muerte esta inserta en todo aquello que reconocemos como lo vivo. La finitud como una suerte de paradoja habitual y necesaria para reconocer el mundo y poder hablarlo. Los trazos circulares con tonalidades pastel, al principio de colores muy intensos, luego cada vez más suaves –la suavidad es una de las ganancias que el tiempo y la repetición han regalado a esta serie. Suaves trazos de color incontaminado determinan el encadenamiento de sus pinturas, poco a poco más simples y distantes para lograr en su progresión, junto a la ambicionada ligereza, la solidez matérica del espacio regulado. Nuevas paradojas, cómo es posible lo ligero con la concreción de la materia…Pupilas de Santo (adaptación a la luz) 11 cuadros de 120cm x120 cm, sintetizan el arribo a la circunstancia espacio/temporal que el artista hila en medio de su actitud pictórica. Según sus palabras, y lo creemos justo, su pintura nada tiene que ver con la abstracción, si se considera la abstracción un estadio más del estilo en Occidente. Cada obra se nos presenta en el intermedio, con la intensión de situarse entre los dos puntos míticos de las paradojas de Zenón. La ilusión del movimiento cae en la gravitación hacia el vacío.

Según nos explica el propio autor, el centro de su idea pictórica descansa en el concepto fisiológico de pupila: abertura contráctil y dilatable por donde recibimos la luz y a través de la cual podemos ver las formas del mundo. La densidad monocromática de sus cuadros nos diseña los vanos que regulan la entrada de luz. Acogerse a la realidad física de la pupila para situarla en el centro de la ejecución pictórica no pretende una metáfora más o quizás un pretexto para la ejecución de colores y formas que bien podrían ser otras, a mi juicio, se trata del dato fino que orienta la mirada desde los cuadros hacia la materia consagrada: la luz como potencia infinita de color y movimiento. La diferenciación entre tonalidad y duración resulta cada vez más arbitraria, y por tanto apunta hacia la no distinción primigenia que cada quien podría experimentar, si fuéramos capaces de detenernos en el instante anterior a las configuraciones de lo abstracto que posibilitan la conciencia, el habla, y acto de narrar. Pero si pudiéramos detenernos nada existiría. Luis Enrique trabaja con la memoria del pasado orgánico del fruto de la flor. Sus formas no son el vacío sino la posibilidad de la luz a través del color. Nadie está sólo y nada es sólido: el cambio se resuelve en fijezas que son acuerdos momentáneos. ¿Debo decir que la forma del cambio es la fijeza o, más exactamente, que el cambio es una incesante búsqueda de fijeza? Nostalgia de la inercia: la pereza y sus paraísos congelados.

Tanto la imagen audiovisual como la pictórica, reafirman la importancia del movimiento. La espesura de un tránsito que nunca es el cambio escueto entre situación inicial A y situación final B, al modo en que parecería excluirse de ellas alguna similitud; opera distinto, el trayecto de conformación de la imagen simplemente transcurre. Sin embargo, es paradójico que para hacer énfasis en todo lo que se mueve, los elementos que nos muestra Luis Enrique se manifiesten en una especie de no movimiento o ausencia de cambio, donde la repetición es el único dato constante que podría aducirse ante la pregunta a veces absurda: qué sucede en el video o de qué trata la pintura. Ni siquiera la fuerza de la metáfora se desarrolla en la forma de un discurso habitual. La obra requiere el esfuerzo de detenerse y observar, sin analizar significados segundos o terceros, a los que puede llegarse, pero con la tensión de vivir primero la proximidad con una certidumbre afectiva antes que racional. Aunque repito, la profundidad filosófica de las piezas es fundamental y no puede suplirse por un arreglo entre conceptos gastados que enmarquen la obra en tendencias de última hora. También la especulación filosófica pertenece al simple transcurrir. Galta no está aquí: me aguarda al final de esta frase. Me aguarda para desaparecer.

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