Confluencia de posibilidades
Por Yenny Hernández Valdés
El artista, ese productor de códigos visuales, surge toda vez que bullen en su interior inquietantes cuestionamientos –o demonios insistiendo por salir– que son proyectados desde lenguajes estéticos disímiles y en muchas ocasiones mixturados. José Lezama Lima, ese grande de la literatura hispanoamericana y cubana, afirmó que “solo en el arte nada es imposible”. Y es que analizando ese juego de palabras encontramos una verdad absoluta, porque las fronteras del arte quedan diluidas unas en otras, y en su terreno tienen cabida cuantos códigos, conceptos, técnicas y operatorias sean generados por el artista.
Teniendo en cuenta lo anterior, considero que la producción artística de Renelio Marín (La Habana, 1964) se mueve en esa idea de Lezama. El arte le brinda la posibilidad de crear universos paralelos que a su vez se muestran diferentes en estilo y técnica. Pero, esta es una conclusión a la que llegaremos al final del texto. Solo me adelanto un poco en su anunciación. A fin de cuentas, desde el universo del arte todo es permisible. Ahora sí, comencemos por el principio.
Renelio Marín se graduó en 1993 de la Academia Nacional de Bellas Artes de San Alejandro, y poco tiempo después se trasladó hacia los Estados Unidos, por lo que se ha mantenido conviviendo en ambos espacios geográficos: su ciudad natal y su lugar de residencia. Su producción, en sentido general, va a estar matizada por su contexto y experiencia como emigrante en ese país.
Marín es un artista formado en el transcurrir de los años de la Revolución Cubana, el conocido Período Especial y el traslado hacia un lugar nuevo cuyas expectativas se mostraban interesantes ante aquel panorama sacrificial que se vivía a fines del siglo pasado. Si bien es un artista forjado en el contexto académico dela isla, se aprecia en algunas de sus obras una desterritorialización de su discurso que nos dificulta poder establecer un anclaje específico; más bien es un lenguaje universal, servible para cualquier análisis coyuntural. Específicamente con esto me refiero a obras como Blue Gorilla y la serie Blue Jungle.
La primera, Blue Gorilla, nos sitúa en el marco de una ciudad de aparente extravagancia visual, opulenta y cosmopolita como muchos de los centros citadinos del llamado Primer Mundo. Inserta un gorila azul que observa con distancia y asombro la inmensidad de lo que tiene delante. Viene a ser este el centro de interés, no solo por estar en el punto de oro del lienzo, sino también porque contrasta conscientemente con el resto de lo que le rodea. En ese sentido, el color azul denota un punto de inflexión en el análisis semiótico en tanto Blue Gorilla nos ubica en una línea otra respecto a la convergencia bilateral entre ese contexto y el primate, el cual parece no haber encontrado aún su sitio en el nuevo territorio que se le avizora. El cielo tempestuoso, cuya tormenta es solo contenida por el pincel del artista, refuerza ese entorno dual: la ciudad se agita ante los ojos del gorila, y este, robusto por naturaleza, se muestra atento ante aquella.
Precisamente, la despersonalización de los seres de sus obras, o la recurrencia a personajes anónimos, sospecha ser un alter ego del artista en tanto así se proyecta como sujeto universal, adaptable a las heterogéneas situaciones que recrea en cada lienzo. Retomemos acá la serie Blue Jungle, pinturas de gran formato donde Marín desarrolla y plantea una línea suelta y quebradiza, muy cercana a la proyección caricaturesca y al esbozo del dibujo.
En Blue Jungle el artista recrea un ambiente repleto de personajes, hacinados al punto de que parecen fundirse unos en otros. Se vale aquí de una figuración imprecisa, que a ratos parecen extrañamientos kafkianos salpicados de un dripping contenido, mas sí visible.
Producto de un máster en Media, cultura y comunicación que el artista cursó en 2011, en la Universidad de Nueva York, surgen las primeras ideas de esta serie, las cuales se anclan en una tesis que Renelio desarrolló sobre la relación entre el arte y la propaganda en sistemas totalitarios como los de la Alemania nazi y la Rusia soviética.
En estos grandes lienzos reflexiona sobre la manipulación propagandística desde los predios del arte; es decir, sobre una producción artística que desde la antigüedad y hasta hoy siguen difundiendo un mensaje político e ideológico manipulador según los antojos de hegemonías y conceptualizaciones absolutas. Es por ello que encontramos en sus obras la confluencia, compenetración y mixtura de personajes diferentes. Es una suerte de campaña que versa sobre la posibilidad de convivencias sin jerarquías: una aglomeración de historias populares, no hegemónicas, las cuales puedan encontrar un sitio en este amplio espacio pictórico.
El artista afirmó haber concebido esta serie con un matiz irónico entendiéndola como un world wide time (tiempo mundial completo), lo que vendría a suponer una variante, según su capricho, de lo que es el world wide web (www). Tal como podemos apreciar y ser partícipes hoy del universo de la triple W, sus piezas de Blue Jungle pretenden mostrar esas aglomeraciones, en este caso humanoides, ese popularis en el que confluyen razón y surrealismo, verdades y locuras, ideologías e intimidades.
La producción de Renelio Marín no es complaciente, ni afirmativa ni gratuita en discurso y estética. Se vale de la pintura, sí, mas también recurre al matiz de la caricatura, a la figuración surrealista y a una abstracción conceptual. Su mutabilidad responde a sus demonios internos, no a una preferencia o compromiso por un modus estético específico. En su pintura –su arte– nada es imposible. Hace dialogar realidades opuestas, personajes desconocidos, estéticas diversas. Trastorna las fronteras del universo “arte” y le confiere a la pintura una zona de confort diferente. Eso sí, una zona donde todo es posible.