Noche dichosa
Por Reinaldo Montero
La muerte no puede ser vivida, pero la noche sí. La noche sin sosiego, en desacomodo, la noche inconciliada donde algo asecha, se asecha, se busca develar. Y alguna noche dichosa ocurre lo inaudito, y el hallazgo asoma, sale con decisión al encuentro, y se produce en definitiva lo que por comodidad llamaré milagro. Luego, transcurridos la excitación y el hechizo, a la luz excesiva del día, el milagro permanece. Eso es lo inaudito. Porque en las imágenes que propició la noche, en su halo espectral, puede palparse, más que leerse, la inquietud originaria, el oscuro profundo donde ocurrieron las bodas del alma de Sagols con los espectros, y de oficiante, la noche que insisto en llamar dichosa.
Si la muerte no puede ser vivida, ¿cómo podría interesarnos? Si la noche pasa sin pena ni gloria, ¿qué vivir nos queda? Por estos rumbos asechan los peligros. Sagols lo sabe. Noche tras noche, como quien acude a una cita con la vida que vale la pena, Sagols lo procura. Seguro que no siempre lo consigue, y entonces siente el desasosiego de los annus horribilis. Pero justo ese estado de desencuentro, es útil para mañana. A la noche siguiente, o a la otra, La Máter Tenebrarum al fin asiste, le asiste. Es el triunfo. Triunfo al margen del state of the art que dicta cualquier cosa menos esto que vemos. Por eso Sagols cumple con el rito, cumple en definitiva con la condena en las peculiares minas de sal que tiene todo artista.
La consecuencia es el poder avasallante que ejercen estas piezas espectrales, nocturnas, tan suyas. Si las observamos de soslayo, como de paso, la atracción que ejercen es soberbia. Pruebe ahora mismo el que lea estas líneas, recorrer el muro donde están expuestas. Verá que paso a paso su consustancial irrealidad empieza a ser más coherente que lo real, quiero decir, su presunta falsía es más verdad que el piso donde se suceden los pasos. ¿Por qué ocurre esto?
Tal vez, como las reglas del feng shui para la disposición de los objetos y la luz en una casa o un jardín, estas obras cumplen con un código estricto, no me refiero a un principio composicional, que también cumplen. Ocurre que creo ver una ley de formación que ama, por encima de todo, la sorpresa. ¿Pero de qué se trata en definitiva?
Es fama que Perceval visitó un extraño reino donde todo estaba muerto, y contempló a su rey herido y al lúgubre cortejo de la copa de oro, y al evitar preguntar qué ocurría, los condenó sin saber a que continuaran eternamente muertos.
Dejo en este punto de hacer preguntas, de balbucir sobre lo que no quiero explicar. Que noche, espectros y Sagols sigan congeniándose en lo que admiro. Que la noche dichosa encerrada en esas imágenes gracias a Sagols, siga viajando hasta mí.