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Yasiel Álvarez

Libros en el Arte: Revelaciones de Yasiel Álvarez

Por Carina Pino Santos

Libros empaquetados, abiertos en círculo, amarrados con un cable asfixiante, apenas sellados por una tira cual heridos mal vendados, aparecen en las obras del pintor Yasiel Álvarez, quien convierte a ese objeto en protagonista de su Serie Contenidos.

Pinturas en que la búsqueda artística se centra únicamente en los libros que representan, no solo ese objeto físico que suele acompañarnos, sino sus funciones como transmisores de valores ideológicos, estéticos y simbólicos. 

Es precisamente ese destino de sustento para las culturas del orbe, que ha alimentado nuestra identidad durante siglos, desde la piedra donde fueran tallados, hasta el soporte más actual de las pantallas digitales, lo que anima al joven artista. De ahí que nos comente: “Me motiva cada día la sed de conocimiento y nuestra sociedad siempre cambiante, así mi obra pretende dialogar con el tiempo y la experiencia.” 

El libro, como sabemos, ha sido hasta hoy un eje fundamental para el desarrollo de la cultura y la memoria. Un repaso muy breve de los antecedentes de la historia del libro nos lleva a evocar las pinturas de Lascaux y Altamira, comprendidas como inmensos murales de imágenes narrativas, pasando por los bellísimos manuscritos iluminados del medioevo, hasta llegar a la invención de la imprenta en la modernidad y la reproducción múltiple de ejemplares; luego superada con el cambio producido por la revolución digital (iniciada en la segunda mitad de la pasada centuria). De esa forma, el tema del libro conforma una estela extensa, durante la que fueron cambiando los modos de transmisión del conocimiento. Y tanto es  así que podemos leer nuestra evolución también a través de esas dos grandes épocas, la grafosfera y la cibercultura: eras en las que el significado y utilidad del libro apenas ha variado en su dimensión e importancia, cualquiera que sea el soporte mediante el que se traspase la información.

También el libro ha sido representado como símbolo del universo: un Liber Mundi o árbol de la vida en cuyas hojas se hallan descritos secretos revelados y divinos. Incluso los alquimistas y esotéricos establecieron un lenguaje para estos. Es decir, los libros cerrados pueden invocar la virginidad de su misterio, los pensamientos ocultos y sellados, a la par que los abiertos se traducen como un cuerpo no virginal ya, pero que ofrece la razón y el sentimiento.

 Y aunque el artista no toma esos pactados simbolismos intelectuales, sí considera la relevancia del libro, y traslada el referente no solo en tanto  objeto, sino como figura retórica en sus pinturas, cual metonimia de su valor en el accionar humano.

Pareciera que el pintor deseara enfatizar con sus libros pintados,  la velocidad de las sucesivas producciones de saberes en infinitud de páginas, y traslada esos sentidos a libros en sus pinturas que, en ocasiones, semejan astros unidos en círculos, y que parecen nacer o desvanecerse en esos espacios metafísicos de abstracciones, las que afirman una lógica de atemporalidad indicadora de su trascendencia. De esa manera los libros emergen de fondos abstractos, mas aparecen dotados de cierto animismo, como mismo sucediera en las creencias totémicas; en las obras de Álvarez los libros parecen accionar entre ellos, mas no por la mano del hombre, inexistente en los lienzos. 

 De ahí que sus títulos se refieran no solo a la objetualidad del libro como tal, sino igualmente a sus significados. En ese camino, el artista revela, en su obra El Puente,  una hilera de libros cual pasadizos hacia el conocimiento. Otras caras muestra el libro sesgado, amarrado con un arrugado trapo, cual venda que tapa la herida oculta de ser anulado o desechado. Asimismo en Acuerdo, las páginas de dos libros se entremezclan, semejando esa afirmación tan cara a la postmodernidad que es la intertextualidad, gracias a la que unos autores han tomado de otros de forma sucesiva. En otro lienzo Contenidos, los libros aparecen cual redondo planeta que gravita en un espacio indefinido, símil de su permanencia milenaria; a la vez, puede evocarnos la circularidad inacabable que une a unos autores y otros, a editores desconocidos y afamados, mostrándonos que más allá de esas diferencias, todos se hallan en una comunión planetaria.  La obra Sin título de la misma serie Contenidos los muestra agresivamente atados por un fino cable que les agrupa, desordenados, y en círculo, los libros semejan aquí un mundo en desaparición, ahogado en un cosmos de texturas y pigmentos. Algo que pudiese rememorar la historia de los libros censurados, rechazados o quemados en la hoguera porque su sola existencia se consideraba amenazante o peligrosa.

Sin embargo, no hay lectores en las pinturas de Álvarez. Como artista cubano de la más reciente promoción, él asume la representación desde lo implícito y conceptuado,  de manera que su quehacer no implique reproducir realidades, sino reinventarlas.  En realidad, la temática de los lectores en el arte es un camino ya muy transitado, en ese sentido me atrevería a decir que apenas ha habido grandes artistas que no se sintieran tentados a plasmar la imagen del libro en algún lienzo, dando a conocer su alcance a la vez que su presencia como tema en la historia del arte, sin olvidar la existencia de las imágenes artísticas dentro de las ediciones que han enriquecido textos sobre la disciplina.

Ciertamente hoy el libro en la pintura contemporánea cubana se halla representado en muy diversas formas, técnicas, manifestaciones y proyecta múltiples sentidos y lecturas; en esa dirección se encuentran las pinturas de Yasiel Álvarez, éstas que él despliega para que nos convirtamos en espectadores avezados en la lectura de sus  lienzos. 

Yasiel Álvarez
Yasiel Álvarez
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