Stories (ES)

Yeremy Guerra

Alegato para un cirujano plástico

Por Estela Ferrer

Todos los alumnos, vinculados al arte, o amantes del mismo, poseen entre sí un ritual y digo ritual porque no consiste en un simple ejercicio de clase, sino en un espacio de placer: el apreciar la pintura desde los clásicos, los ismos con las vanguardias artísticas del siglo XX hasta las experimentaciones de la actualidad. Parece a otros tal vez un acto aburrido, pero  el contemplar una tradición de larga data, de representación e ilusión de la realidad que la pintura ofrece, sigue siendo a la luz del presente siglo un encuentro, un puente entre los modos de hacer, una suma de conocimientos. Estos procesos manuales y de observación, son camino a seguir, cual carta de navegación o partitura,  si de  dialogar con la producción de Yeremy Guerra se trata.

Y retomo el concepto de las notas porque en esta poética en particular, la visualidad resultante toma en gran medida a la música como referente. Es bien sabido que la industria musical es plural en sus herramientas de marketing, de acuerdo a los géneros y a la imagen que se decida para lanzar un solista o una banda. En el caso de Guerra, sus preferencias musicales han sido parte de su experiencia personal y ese cúmulo de vivencias fueron trasladadas a su obra plástica.

Su melomanía, los modos clásicos de composición de la industria gráfica se constituyen en su base primera para la composición de la imagen. Por ello asume el pasado pre-vanguardista con sus métodos y procedimientos, pero sin estancarse en una visualidad homogénea, al mantener la frescura, la osadía y libertad que varias veces,-debido a la propia diversidad del mercado musical-propicia su gusto por la discografía internacional.

La pintura, entonces, permeada de sus idas, vueltas y entuertos, permiten a Guerra llevar al lienzo imágenes de sus cavilaciones existenciales, o relacionadas con la propia tradición pictórica. En este proceso creativo el accidente se ha develado más de una vez como un gran aliado. Por tanto el resultado de las piezas es la sumatoria de experiencias, meditación y el error feliz.

A la vez, la memoria ha sido por años un tema cardinal en su poética. Una memoria entendida ya no desde la construcción de la historia en relación con el contexto, como documento testimonial, sino más bien como filosofía de vida que completa su experiencia visual al proveerlo de una comprensión otra del espacio-tiempo. La memoria se erige como herramienta para constituir una sincronía nueva entre el presente y su correspondiente pasado, de su propia e íntima circunstancia.

El artista parte de una base abstracta e incorpora diversos elementos que van conformando el paisaje. Su producción actual posee dos vertientes: una, más lírica que viene dada por las norias de los parques de diversiones, paisajes subyugantes que seducen debido a la poesía oculta en estos espacios abandonados y otra más geométrica. Por ello su pintura se construye entre “las mediaciones de lo pictórico y la geometría de la imagen”. Esta acción lo condujo a disminuir el carácter narrativo, para ahondar más en lo visual. En el presente las interrogantes de Guerra no son acerca de qué se representa, sino  más bien cómo se plasma en la tela, en cuanto a colores, composición, luz. De ahí que el paisaje haya sufrido una transformación: de ser el espacio para símbolos, se erige como un discurso genérico per se. El paisaje es a un tiempo, memoria de un suceso o territorio y zona para la experimentación.

Tres líneas: lo figurativo, lo iconográfico y lo simbólico se dan cita en la producción del artista en una perfecta armonía. Quizás porque ya en el minuto actual ha aprendido a despojarse de conceptualizaciones estériles y a decir, desde la depuración formal. La imagen es suficiente, y se apoya en la grama sólo cuando es necesario o se quiere recrear una portada de un demo. Es ese uno de los tránsitos más difíciles en toda carrera artística, sobre todo cuando existen y pululan tantas tendencias: la habilidad de contar a su manera.

Nirvana y Nightwish, Curt Cubain o un cantante pop; así de plural e inclusiva es la producción de Yeremy Guerra. Tal vez tan compleja como una sinfonía o vivaz como un Allegro, pero esta vez compuesta por las asociaciones cromáticas de este cirujano plástico.

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