Stories (ES)

Glauber Ballestero

El universo apócrifo del Appaloosa

Por Chrislie Pérez

Una de las características identitarias de la postmodernidad es la hibridación. En el campo artístico esta se muestra, como una de sus posibles variantes, en la combinación de las manifestaciones. La obra de Glauber Ballestero es un caso particular, debido a que en su método de trabajo la obra no es un objeto único, sino que está conformada por un conjunto donde el sentido va estar dado a partir de la relación de cada una de las partes con el público pero, a su vez, por el vínculo de ellas entre sí. Con esto propone una concepción no tradicional del objeto de arte. En su caso es tan importante el resultado como el proceso por el cual transitan. Sin embargo, la obra de Glauber pudiera ser calificada, aunque en realidad soy enemiga de las nomenclaturas, como fotografía de acción. La historia que acompaña cada pieza es tan importante a la hora de la percepción como el resultado, objetivado en cualquiera de las manifestaciones, lo que le concede a sus trabajos un carácter dual de estatismo y movilidad. Este modus operandi es usado como base constructiva para una forma no tradicional de hacer la fotografía.

La construcción de sentido a través de una aparente antonomasia y los vínculos entre realidad y entelequia, serán tópicos a tener en cuenta dentro de su universo creativo. Echa mano del blanco como recurso estético porque el blanco es antagónico per se, sumatoria de todos los colores y a la vez vacío; muerte y renacimiento. Es eso precisamente lo que le interesa, no decir diciendo, ejemplificar con sus obras el carácter dual y no absoluto de los procesos y todos estos postulados se sintetizan en un momento culminante denominado Appaloosa. Independientemente de la manifestación que se trabaje, Appaloosa devendrá constante y su característica fundamental será el blanqueamiento de las imágenes. Una primera ojeada a las piezas hace que aparenten un halo de frialdad, de enajenación. Adjetivos como “apolíticas” -y digo apolítica en el sentido de no tomar partido-, y descomprometidas pudieran resultar de esa primera impresión. No obstante, se descubren discursos que versan sobre diferentes asuntos de la realidad. Una de las problemáticas que pudiera desentramarse de esta madeja sería el asunto del flujo informativo del mundo contemporáneo. En un sistema en el que la generación de la información ha sobrepasado los límites de las posibilidades de aprehensión, diciéndolo rápido y mal, hay más oferta que demanda, estos procesos de asimilación de los conocimientos resultan ser siempre fragmentados y convulsos. La propensión a la manipulación atendiendo a los intereses hegemónicos hace que se comience a dudar de los conceptos de veracidad e invención. Es sintomático el propio proceso por el que pasan las fotografías para lograr ese estado de blanqueamiento final. Sin dudas, la imagen se convierte en una instancia mutable que pasa desde el original, que deja de ser lo que fue, para convertirse en una nueva realidad. La información, durante el proceso de construcción de las piezas se transforma y termina diluyéndose.

Igualmente pudiera pensarse que esta tendencia al blanco está asociada a un interés por los temas raciales. Aunque raras veces incorpora la figura humana, en algunos de sus trabajos aparecen fotografiados individuos de raza blanca. Es una manera diferente de abordar el tema que hasta ahora se había ocupado del negro.

Sus entornos son fundamentalmente paisajes urbanos desiertos. Vemos con insistencia la presencia de la arquitectura, convertida en sueño recurrente del que solo puede librarse a través de la representación. La deshumanización de las imágenes es metáfora de la despersonalización del mundo contemporáneo. Esta cosificación del ser humano es consecuencia de las leyes instauradas por la sociedad de consumo, o incluso la perenne necesidad de definir la existencia de un yo, pero sobre todo, de un otro, que conlleva a la anulación de ambos. (…)

La obra de Glauber, en pocas palabras podría definirse como una obra del “sí pero no”. El blanqueamiento de las imágenes, las historias que las acompañan, la tendencia a lo dual, la utilización de conceptos opuestos, son las características de ese estadío final, ese lugar dantescamente cuasi paradisíaco denominado Appaloosa, donde realidad y ficción se convierten en identitarios. Appaloosa es entonces, el sitio donde las cosas terminan siendo todo y nada al mismo tiempo.

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