Stories (ES)

Héctor Trujillo

La práctica ensayística de la calle

Por Giulietta Vigueras

La obra de Héctor Trujillo se ha ido desarrollando desde los inicios bajo la rúbrica de lo que se ha dado en llamar arte contextual, categoría expuesta por Paul Ardenne contando con teóricos como Jan Swidzinsky. Esta clasificación de lo contextual siempre nos sitúa exteriormente pero donde acaba lo exterior comienza entonces el tono de lo personal y los factores psicológicos inherentes a la obra de arte y a la actitud del artista. La contemporaneidad exige constantemente apertura y el acto creativo implica un re-hacerse, renovarse, una constante búsqueda y cada artista se traduce fácilmente en sus objetos y enfoques.

Sin embargo en Trujillo hay una fórmula prefijada de antemano que viabiliza el seguir ampliando e incluyendo perspectivas, posturas y experimentaciones, pues estamos frente a una estética de los agregos. En el caso de Trujillo uno recorre los caminos del Street Art, Grafiti, Arte de intervención, Arte Urbano, Arte Relacional, Arte Naif, BadPainting, incluso Povera. No hay por ello una pureza de ninguno de los antes mencionados. Esa urdimbre aparentemente caótica y englobadora sin establecer muchos compromisos estilísticos hace que la crítica no se haya interesado mucho por él y se vuelva hasta tedioso
tratar de clasificar lo que parecería inclasificable, un artista que parece trabajar desde lo underground, que no ha encajado en el plató cada vez más elegante y fructífero económicamente del arte contemporáneo cubano, se ha desempeñado hasta ahora en una escala paralela.

Su obra emerge a partir de una inquietud, de la relación orgánica e interpretación de la escena urbana, incluye personajes y gestos desde los cuales se intenta reafirmar lo que se intuye al tiempo que se decodifica esa realidad, a veces más íntima. Hay incluso un cinismo intrínseco a partir del cual se traduce algo y el traductor no se ha implicado. La agilidad emerge en el acto organizativo mismo, sin estilo prefijado ni técnica depurada, todo toma un matiz de lo inconsciente. No se hace hincapié formal, comúnmente se estampan unas pequeñas caritas descentradas por los bordes de las telas, y se indefine la intención entre la búsqueda de equilibrio formal en la composición y la insinuación de unos personajes sacados de la vida real. Uno nunca termina por saber si estos funcionan como voyeurs o bien contrariamente son la evidencia de un momento delator en que el artista funciona como voyeur. La repetición de motivos, el desenfoque, la visualidad de lo aleatorio dentro del lienzo nos hablan de la importancia que cobra la inmediatez más allá de un gesto pictórico que es auténticamente ausente y sin remordimientos. Por otro lado se advierte una evidente inconformidad hacia las reglas y estatutos que roza la potencialidad de lo naif.

Su cercanía con el grafiti en este caso ha ido determinando aspectos técnicos y maneras de proceder. La obra de Héctor Trujillo se trata sobre todo del verdadero ensayo, no de hablar o referir el ensayo, sino de la práctica misma. La frialdad con la que se experimenta, buscando un resultado agradable solo a la vista del autor, nos conduce rápidamente hacia el plano de lo intelectual y uno va notando pequeños detalles antes desapercibidos. El aparente desinterés en la elección del color, la rapidez y falta de frugalidad, el maltrato que muestran algunos de los soportes, develan de pronto cierto tono burlesco. Un aprovechamiento de las oportunidades, de la llamada casualidad y del imprevisto revierte –incluso- la falla técnica. Este hecho, impensable para la mayoría ha ido configurando su sistema, empezar un lienzo con dos tentativas: premura frente al lienzo y falta de plan técnico e idea fija.

En este tipo de arte sui-generis, poco estudiado en los años 2000, a partir de estas posturas desenfadadas y productivas que suplen la falta de movilidad de la escena controlada y reprimida de las exposiciones oficiales uno obtiene reminiscencias simbólicas de una estética que todavía no desaparece y sobre la cual, de hecho, todavía se nutren muy conocidos y desconocidos artistas cubanos. Una estética de la provisionalidad y el reciclaje, de artistas despiertos en relación con el entorno siendo capaces de proyectar una visión fructífera y aprovechando las condiciones dadas, seres inadaptables con ánimo de transformar la visualidad circundante. La obra de Héctor Trujillo muestra una dilución de intenciones fuertes, dejándonos a menudo sin sujetar las ideas, donde lo cambiante y las posibilidades a partir del supuesto desinterés son la alergia y el remedio disponiendo de una ejecución descomprometida y un discurso a partir de unas apariencias simbólicas duales, como recordándonos el pasado reciente y viviendo un presente que le corresponde por derecho y del cual todos quieren tomar provecho.

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