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Ítalo Expósito

El espejo del alma

Por Ítalo Expósito

Creo que la pintura me ha acompañado siempre. Es tan antigua como mi propia memoria. Crecí viendo un cuadro de una gran maestra cubana, María Pepa La Marque; es de las primeras imágenes que conserva mi mente, como la imagen del alma de mi familia: un búcaro con tres flores blancas. Las tres caídas de Cristo, decía María Pepa que eran las flores. Mi familia, de origen italiano por la parte materna, hablaba de Cristo y de los grandes maestros pintores. Eran los paradigmas Leonardo, uno de los más grandes  pintores, y la Gioconda, el mayor de los cuadros. Me hablaban de su sonrisa enigmática, como quien habla de algo para lo que uno está destinado. Así que no por accidente un día, a mis catorce años de edad, la vocación de pintor tocó a mi puerta. Tomé un cartón, busqué una imagen de la Mona Lisa y comencé a dibujarla con un lápiz. Han pasado 18 años desde aquel día en que comencé este trabajo que hasta hoy no he dejado de hacer, cada día con más intensidad. Todavía estudio la Mona Lisa.

Así como encontramos la historia personal de un hombre en la memoria de su cuerpo físico –todo el tiempo vivido por su cuerpo y lo que recuerda–, podemos encontrar la memoria del hombre como especie en el tiempo vivido por el arte, que es la huella física legítima del alma del hombre durante toda la historia. Desde que hay arte hay hombre; desde que hay hombre hay arte. Un artista es ese que, llamado por la vocación, entra en esa memoria del alma que ya no es una historia personal, es la memoria de uno como hombre. Ya no sólo fuimos niños, adolescentes, jóvenes, etc., también fuimos Edad Media, Renacimiento, etc. Es algo más allá de lo personal, pero que se hace  propio,  obra de uno mismo, en la medida en que se  recapitula toda esa memoria en el propio hacer, en las propias manos. Así entramos en un mundo que va desde las vanguardias más contemporáneas hasta las artes primitivas, allá bien lejos en el mismo origen del hombre. Todo lo estudia el artista. Estudiando la obra del hombre crea la propia obra; creando la propia obra estudia la obra del hombre. El espejo del alma, eso es el arte.

Esto se me ocurre decir de mi trabajo como pintor y de la pintura como trabajo, de la manera más general que he podido, ya que para este caso es imposible profundizar en las particularidades de un trabajo de 18 años de dedicación constante en lo personal, y tan antiguo como el hombre mismo en lo que al arte se refiere.

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