Stories (ES)

Lázaro García

Modus vivendi

Por Liannys Lisset Peña Rodríguez 

“En nuestro tiempo la única obra realmente dotada de sentido crítico, 

debería ser un collage de citas, fragmentos, ecos de otras obras.”

Walter Benjamin

Como cosa mentale Lázaro García construye sus escenas pictóricas; cada superficie planimétrica es un mosaico de citas, alusiones, referencias a la Historia del arte, que se comporta como memoria visual de la que el artista puede extraer con libertad todos y cada uno de los fragmentos que corporizan sus figuraciones. Esta herencia plástica es recontextualizada agregándosele nuevas cargas semánticas, que hacen de la obra un constructo dinámico. 

Lázaro García es hijo de su tiempo, sus creaciones reivindican los postulados de la pintura posmoderna, que hacen de la obra pictórica un producto hedonista, donde se propone la recuperación de la imagen figurativa, desde el proceso de construcción artesanal; en el que la figuración apela a lo fragmentario, la narración; donde la figura humana y el objeto comparten el mismo nivel de protagonismo espacial; las obras pictóricas son concebidas desde la libertad, la inclusión, que permite la articulación tanto de múltiples estrategias constructivas como de lecturas e interpretaciones alrededor de ellas. Representa su verdad, crea sus propias historias, buscando cuestionar desde ellas a las expresiones fluctuantes, las rupturas estético-formales del discurso plástico contemporáneo; como una manera muy personal de dialogar con su tiempo, circunstancia, contexto. 

Al observador puede parecerle que sus escenas no trascienden más allá de la figuración, pero su naturaleza escapa hasta de sí mismo, para peregrinar hacia el espectador como una fuga… Cada una transita por aquello que denominamos único, personal, que sobreviene como una pose teatral, donde cada recurso, tanto intelectivo como visual le ha permitido crear un lenguaje propio, que lo enmarca dentro de la historia del arte cubano. 

CdeCuba Art Magazine

Sus estructuras compositivas juegan con los principios ópticos, buscando orientar las miradas. En este entramado visual apela a la naturaleza polivalente del símbolo para así crear una estructura dual que transita entre lo discursivo e imaginal. En cuanto a construcción podemos ver que no están sujetas a una estructura inamovible, cada una varía en consecuencia de las intenciones. 

(…) el lenguaje que articulo en mi pintura es una criatura con vida propia, en la cual todo está diluido, recreado, surgiendo cada vez planteamientos nuevos. Avocados a la potenciación de un proceso de inducción perceptual, que lleva al público a la creación de esquemas espontáneos, que operan como completamientos conscientes, a partir de un bagaje conceptual previo. Estos son organizados de acuerdo a una determinada lógica pictórica, estructurada a partir de planos; los personajes u objetos son manipulados en dependencia de las intenciones del artista y las incidencias del tema, donde se advierte un marcado interés en el establecimiento de la “tentación simbólica”, sus figuraciones se construyen a partir del constante replanteo de estilos, tendencias ampliamente utilizadas en la práctica pictórica, enunciados estéticos cercanos al Renacimiento, Manierismo, Barroco o Clasicismo.

Para el espectador estas escenas no traducen un sentido de realidad tangible, ni aluden a un momento histórico concreto; los elementos son manipulados en pos de una estrategia intelectivo-visual. Para ello el artista se vale de trampantojos, alusiones; estableciendo un aislamiento con la representación de lo real; al igual que sus estructuras abiertas, ostentan el don de la intemporalidad, la desconexión de un espacio físico-geográfico concreto; son más bien representaciones serias, con pocas dosis de sarcasmo, principio que no le permite perder esa expresión crítica, pero sin un alcance exacerbado hacia lo social, como muchos de su generación, que se valieron del recurso del pastiche, la apropiación, la resignificación de imágenes connotadas dentro de la tradición plástica, para establecer un juego paródico, o con visos de humor, cuyo fin redundaba en una feroz crítica social. 

Desde una perspectiva creadora muy personal este artista ha potenciado un lenguaje plástico en el que recontextualiza los elementos desde un punto de vista simbólico, destaca un vasto dominio de la pintura, en sus vertientes técnico-tecnológicas; constatado en la versatilidad de cada una de sus representaciones. Esta readaptación de estos materiales pre-existentes a su cosmovisión le hacen generar atmósferas de una fuerte presencia iconográfica, donde el elemento pierde su valor original para adoptar el conferido por el artista. En este caso presumo que no está demás, que cierta información tradicional subyazca en el objeto, con el fin de potenciar cierta ambivalencia entre su estado primigenio y los nuevos modos de representación. 

En sus figuraciones subyace lo que Alicia Serrano denominaría como dos momentos de la apropiación: en el que el artista extrae el elemento de su contexto inicial y le confiere el status de entidad autónoma y cuando se decide incluirlo en un nuevo espacio, distante del original, estableciendo un proceso de resignificación. La imagen funciona como un texto portador de sentido que permite al observador abandonar su receptáculo. Las intenciones no solo se proyectan en recontextualizar o resemantizar, sino potenciar un nuevo diálogo en las formas generales del conjunto, reescribiendo la información de cada uno y reestructurándola de manera que los iconos no funcionen solo de manera autónoma, sino que exista una compactación escénica; donde autor y receptor se convierten en actores de su particular relato, reforzando el carácter polisémico, plural de la imagen y el sistema de percepción.

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Lázaro García asume en su producción artística el Posmodernismo como concepto cultural, y presupone su viabilidad a la hora de configurar sus propios códigos, sustentados en la relectura y la intertextualidad, como bases para su discurso, que se mantiene inmutable por ya varias décadas. La selección de imágenes preexistentes deviene en una profunda necesidad de introspección de este artista con respecto a distintos tópicos, aclaro esto, dado que la utilización de estos métodos creativos, ya con una trayectoria representacional, puede suscitar criterios errados, al pensar que las obras carecen de personalidad o que su intencionalidad no va más allá de lo visual. En cada conjunto imaginal García se apropia de manera heurística de los componentes dando paso a un proceso activo e ilimitado de reinterpretación creativa. 

La obra de Lázaro se debate entre los conceptos figurativos actuales y los remanentes propios de la estética noventiana cubana, traducidos en creaciones de abundantes elipsis y mediaciones simbólicas, de valor autónomo;  que propician la apertura de la comunicación artística; al privilegio de “lo retiniano”. Imágenes de amplia carga semántica en las que se implica una manufactura cuidadosa. Ellas ostentan composiciones diversas y con amplios grados de complejidad, donde las figuras son delineadas con una acusada atención al realismo, pero ubicadas de una manera imprevisible; donde lo ambiguo permite la articulación de sistemas estables de contenidos explícitos e implícitos; que son colocados por el pintor y el exégeta, como una fórmula de equilibrio entre los niveles de distribución de los contenidos  formales-conceptuales.

García se abre al tema de la representación visual buscando crear todo un modelo de seducción y rescate de la técnica y la tecnología de la pintura en su estado puro-visibilista que no ignora o evade cierto sistema de pensamiento, que hace de la representación un producto válido y complejo. Este artista asume la pintura como su modus vivendi; una manera involuntaria de perderse en sus entramados, buscar en cada una de sus formas plásticas, aquel fragmento material y subjetivo que lo lleve a la génesis, al lienzo virgen, al elemento aquel en el que al decir  de Arheim, movilice  el espacio, perturbe el reposo, como una piedra lanzada a la pasividad de un estanque. 

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