Stories (ES)

Linet Sánchez

La reconstrucción de la memoria

Por Alain Cabrera

No vivimos en un espacio neutro y blanco; no vivimos, no morimos no amamos dentro del rectángulo de una hoja de papel. Vivimos, morimos, amamos en un espacio cuadriculado, recortado, abigarrado, con zonas claras y zonas de sombra, diferencias de nivel, escalones, huecos, relieves, regiones duras y otras desmenuzables, penetrables, porosas…

Utopías y Heterotopías
Michel Foucault

Nosotros nunca miramos solo una cosa; 
estamos siempre mirando la relación entre las cosas y nosotros.

John Berger

Un invernadero desde su forma arquitectónica. Al menos esa fue la representación simbólica asociada a un referente real que vino de inmediato a mi memoria. Todo blanco, pulcro y detallado, sin plantas, macetas o tierra y ese característico olor a humedad que suele encontrarse en estos lugares y que bien pudo engañar al subconsciente; pero no lo hizo. Su estructura abovedada y el reflejo de la luz a través de los cristales del techo, sumado a la puerta que se descubre al fondo refuerzan la idea física de la habitación. ¡No caben dudas, estamos no frente sino dentro de un invernadero (vacío en su totalidad)!

…La memoria está detrás de la imagen 

Víctor Burguin

La construcción de espacialidades deviene una labor minuciosa, independientemente del ángulo o momento progresivo en que se le observe. En el caso de la arquitectura, disciplina que guarda una estrecha relación con el presente texto, la proyección de posibles sitios futuros es primordial para ubicar a las personas en un contexto “real/ variable”, que consiga modificarse a tiempo teniendo en cuenta los más disímiles intereses individuo-colectivos de cada consumidor, desde lo estético, lo formal, lo práctico, entre otros tantos. Para lo cual se hace recurrente fabricar maquetas tridimensionales a pequeña escala.

La obra de Linet Sánchez, en sentido general, toma como punto de partida la edificación de pequeños espacios ideo-estéticos contenedores de un discurso conceptual mucho más evocador. Estos primeros pasos que da para luego concebir producciones de mayor envergadura, por sí solos pudieran funcionar como piezas objetuales de carácter instalativo, donde el nivel de detalles apreciables en las zonas permisibles de sus composiciones ronda la alta factura. Mas, ese no es el fin, acaso únicamente el comienzo de un proceso superior, siendo común en el presente la incursión en múltiples manifestaciones, poniéndolas a dialogar incluso en un mismo ámbito cultural, lo cual les confiere a los autores las categorías de transdisciplinares, multidisciplinares o interdisciplinares.

Así el conjunto de fotografías denominadas con toda intención Sin título, es el complemento de esas esculturas escenográficas que rara vez sobrepasan los 50 cm cuadrados. El objetivo propuesto no es documentar las formas antes creadas, más bien que el campo visual de la cámara como extensión del ojo humano, de manera subjetiva, se adentre en sus interiores devolviendo imágenes introspectivas y cuestionadoras, para quienes desconocen su génesis, de la naturaleza de “aquellos universos absolutamente otros –referidos por Foucault–, utópicos y a la vez heterotópicos”.

Para ello la artista se vale de conceptos preestablecidos tales como recuerdos personales, aunque no necesariamente atribuidos a un tiempo o un espacio en concreto, sino que lejos de haberlos experimentado estos llegan a constituir el producto de una prolífica imaginación. El apego a la memoria y lo que la misma representa también se traduce en la presencia invariable del olvido, colateral a determinada vivencia. Por eso se advierten espacios blancos, vacíos, portadores de un silencio añadido, conforme a la interpretación del público más o menos exigente. Un momento contemplativo que conlleva el desprendimiento lógico de todo raciocinio acorde con el emprendimiento del viaje hacia dimensiones ignoradas, sin importar el dónde se arribe, el cuándo y cómo se logre o el qué se vaya a encontrar al final del camino. De ahí los frecuentes accesos de entrada/salida, según se estime en cada obra –puertas, ventanas, pasillos, escaleras–, que no conducen a nada, solo a la existencia de una luz cegadora y con ella a conservar la esperanza incierta. La ausencia de títulos refuerzan con creces las ideas antes planteadas.

Una doble construcción, física y sensorial, de imaginarios, de aquellos “…lugares de situaciones inestables y tránsito ininterrumpido, allí donde los encuentros son casuales, infinitos, furtivos e inesperados”. Desde otras perspectivas los llamados “no lugares” de Marc Augé.

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