Stories (ES)

Miguel Alejandro Machado

Sensatez primaveral

Por Miguel Alejandro Machado

Cuando Dionisio empuña su flauta y nos hace volar como golondrinas sin nido vemos todo color rosa. Nunca piensas en un mañana, menos en un ayer. Bebes toda ilusión de un sorbo, te burlas de quien no puede escuchar. Sus melodías te atan los brazos, te extirpan la culpa. Solo ríes, contemplas las flores y lames tus dedos con toda intención. Los sentidos agradecen con ofrendas su vitalidad, pero se desviven por llegar al límite, los cueros sudan miel, el instinto hierve cuando el placer lo acaricia. Dionisio convierte su aliento en canto de sirenas, y ustedes marineros navegan en su voluntad. ¡Disculpen, no me he presentado, soy Apolo!

La principal motivación de esta pieza fue el libro El nacimiento de la tragedia, del filosofo alemán Nietzsche. En este disfrazado ensayo estético se recurre a la mitología clásica, viendo en Apolo y Dionisio dos polos opuestos pero complementarios, su unión en diferentes grados da lugar a diferentes manifestaciones artísticas, Apolo es declarado el dios de la apariencia y de las formas, Dionisio representa el núcleo más íntimo de las cosas.

Como extensión de este apremio aparece esta serie de pinturas, titulada Impulsos apolíneos, donde el gesto pictórico se convierte en sábana que cubre del polvo mi voluntad, resguardando mis intenciones detrás de un vistoso estampado. Solo una imagen fue reproducida, todo un año dedicado a cultivar el oficio de la verosimilitud, ilusionando, emocionando, mi modelo fue mi maestro, mi punto de partida, una caja de jugo de manzanas, específicamente la imagen de una docena de manzanas. Su frialdad hizo que brotara de mí como negación un impulso trágico, donde  los sentimientos expuestos mediante colores, pinceladas y composiciones funcionaran como actores que reían y lloraban al mismo tiempo, cuyos gemidos solo pueden ser escuchados por quien los mire. Aprender y aprehender la capacidad de simular,  incitar las subjetividades siempre especulativas desde los olores de los barnices, desde lo alegórico de las formas, desde el croma, desde el accidente. Todo esto lo experimenté con mesura, con paciencia, con el espíritu modesto de un artesano, a pintar se aprende pintando, a sentir se aprende fingiendo, más sin embargo no me considero un timador, solo alguien que protege su esencia, alguien que acepta la culpa, pero no el castigo. Soy Apolo, aunque cuando me autoproclamo  siempre pienso en ti Dionisio.

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