Stories (ES)

Miriannys Montes de Oca

El relato de Fedón

Por Isdanny Morales

“Conocer es simplemente trabajar con la metáfora
favorita de uno… porque la construcción de metáforas
es el instinto fundamental del hombre.”
Friedrich Nietzsche

La guerra no ha cesado durante dos milenios. Apolo ha acribillado a Dionisios todo este tiempo. El campo de batalla está donde cada hombre. Si hay un culpable que sea Sócrates; un cómplice, Platón. El motivo siempre es el poder. Los apolíneos se consideran baluartes de una supuesta Moral, Verdad y Belleza; los dionisíacos, lo son del Éxtasis, del Desenfreno, de las Pasiones. La guerra persistirá en tanto no exista un diálogo entre los dos ejércitos. La obra de Miriannys Montes de Oca dota de un nutrido repertorio de imágenes al estado de esta guerra en la actualidad, un conflicto que transcurre hoy por cauces más sutiles que la espada sangrienta del cruzado o la hoguera del inquisidor. Apolíneos y dionisíacos han sofisticado sus métodos. Sus mensajes son cada vez más efectivos y esparcen sobre el hombre una avalancha enajenante de la cual solo atina a experimentar sus consecuencias, sintetizadas bajo el diagnóstico de la angustia sostenida. Hoy se produce una guerra silenciosa.

El ojo de Miriannys está puesto sobre el hombre. Le motivan no los grandes metarrelatos, sino las experiencias micro, a través de las cuales reinterpreta desde el arte un asunto ontológico: la fractura entre el deber ser social y las expectativas del Yo. La historia que impulsó la creación de la serie Los soportables pesos del ser, su ejercicio de graduación de la Universidad de las Artes (ISA), fue la de su propio padre, el típico soñador que constantemente es descendido de las nubes. Infancia, juventud y adultez son registradas en clave metafórica en una pintura secuencial que desenlaza en un suicidio simbólico representando la muerte de la utopía. Junto al padre como elemento sígnico central aparecen también otros personajes que remiten a los sujetos que lo acompañan en su vida, los cuales simbolizarían el tejido social.

La visualidad de los otros en la serie Escenas, que nació a partir de fotografías tomadas por la artista a presentaciones de teatro y danza contemporánea, era esencialmente fantasmagórica. Los cuerpos apestaban a muerte, bilis y ruina. Se lanzaban sobre el sujeto como una máquina devoradora, espectral y escalofriante y se encontraban emparentados con los códigos del cine expresionista alemán, lo cual no resulta gratuito si trazamos líneas de contacto entre la propuesta estética de Miriannys y la del movimiento alemán. El cine expresionista, como la obra de esta artista, denunciaba a gritos las consecuencias de una “modernidad perversa”, esa que tiene como consecuencias la angustia existencial, el constreñido ejercicio hegemónico de la Razón y la automatización del sujeto en función de una carrera histérica por la trascendencia.

Los otros de Los soportables pesos del ser tienen una dimensión también expresionista, pero no de signo negativo, singularidad que se produce como resultado del proceso de creación. Miriannys convoca a un grupo de “actores” que no son más que sus familiares y amigos a un teatro. Los viste, maquilla y dirige. Crea el atrezo y trabaja las luces. Se convierte en guionista, maquillista, escenógrafa, técnico de luces y directora a la vez. Luego toma fotografías de estas escenas que le sirven como punto de partida para desarrollar la obra pictórica. Los otros, esa masa que antes configuró fantasmagórica, amenazante e inquisidora, alcanza aquí tintes más amables. Sabe que también junto con su padre estos sujetos son víctimas de un estado de cosas apolíneas. De ahí que estas piezas se vuelvan menos sombrías que aquellas. Los otros como los que aparecen en La marcha de las antorchas y Amanda, la niña vecina del frente han dejado de ser esa avalancha amenazante sobre el sujeto en tanto también se han convertido en heridos.

La teatralidad funciona en clave metafórica para aludir a una vida, la occidental, que transcurre históricamente como una gran puesta en escena. La dimensión apolínea intrínseca a la metafísica condena al sujeto a una prisión perpetua sobre sí mismo, porque demanda constantemente interpretar un papel, simular ideologías, sentimientos para ajustarse a las exigencias del tejido social, lo cual por un lado genera frustración, pero por el otro, es un instinto de supervivencia. La visualidad de toda su obra se encuentra marcada por una condición dual: de un lado, lo tétrico, lo asimétrico y lo teatral de unos personajes perturbadores y enigmáticos; del otro, el arabesco, las flores y el detalle tierno. Pero, ojo, lo que pudiera parecer conciliador es solo un simulacro que alude a los artificios de los que se arma el hombre para cubrir sus cicatrices y la frustración que implica ser una y otra vez acribillado por Apolo. Dionisios de nuevo pierde. El culpable siempre es Sócrates. El hombre ha de soportar su ser.

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