Stories (ES)

Osiris Cisneros

Una broma de los cuerpos

Por Ricardo Alberto Pérez

El misterio del vigor nos rodea, aunque comúnmente no nos percatamos de su presencia; una vez descubierto y latiendo ante nosotros se transforma en catalizador de esta existencia que tiende a atascarse en lo repetitivito y la monotonía. Para un artista descubrir o simplemente intuir este fenómeno representa encontrar la energía que garantiza la credibilidad de su obra para el espectador. La fotografía de Osiris Cisneros (La Habana, 1985), en su despliegue es fiel a ese vigor que le permite trascender a los eventos.

Sus desnudos no pretenden sustentarse solo sobre los atributos y parámetros que con frecuencia se asume esta fotografía. En él se crea una suerte de entramado, o membrana capaz de sostener relatos, a través de los cuales nos introduce en problemáticas que asume desde una perspectiva muy renovada, y repleta de contenido polémico Unas veces un tono de misterio, que casi insinúa la investigación policial, en otras puro cinismo que se traduce en capacidad de resistir la crueldad innegable de estos tiempos, revisten estas historias visuales. En las que el cuerpo femenino es protagónico; y se muestra dispuesto a desprenderse de las clásicas ataduras impuestas por las prácticas sociales y su memoria.

Ese cuerpo tiene que digerir demasiadas tensiones, y esto genera un proceso que posee la riqueza, prácticamente infinita, de la individualidad. Osiris se nutre de esa realidad; dicho universo a veces en expansión, otras contrayéndose, le permite apropiarse de todo tipo de texturas. Convertirlas en lugares donde es posible recrearse y acceder a ideas y conceptos que solo nacen de semejantes provocaciones. Los objetos y escenarios que él enfrenta a esa fuente de intensidad que suele constituir la belleza de sus modelos, están muy bien seleccionados para gestar aquellos diálogos a los cuales terminan accediendo los consumidores con gran complicidad.

Muchas de estas fotos transcurren sobre escenografías austeras, locaciones rústicas, rincones de la ciudad, en los que lo sensual se inserta con un tono más descarnado, y sugerente. El contraluz, la sombra, la ausencia del color son marcas distintivas de su trabajo. Con ellas va creando los ambientes adecuados para estimular el contenido que deposita; y que será interpretado como un grifo del cual brotan cuestiones que pueden llegar a ser muy graves. La manipulación que hace de la luz es un elemento a resaltar porque sabemos que esta puede aparecer con su toque mágico lo mismo en un poema, en una sonata, en un filme, o como en este caso, en una fotografía.

A través de cada instantánea filtra una visión que no tiene un carácter hegemónico, al referirse con frecuencia a ese laberinto que es la sexualidad, no jerarquiza un género sobre el otro; provoca una sensación de neutralidad. De ellas emerge un tono andrógino, una superficie descongestionada de los códigos de poder que permite un goceplacentero, y una amplia conjura, aunque esta se manifieste de forma soterrada.

Los protagonistas adquieren una plasticidad conmovedora que les permite contaminarse entre sí. Labios, pezones, músculos, nalgas; el sexo detonando tentativo desde la penumbra. Son puntos álgidos, o líneas de fugas de una amalgama, que al hacerse consecutiva empieza a engendrar un rostro creativo. Una manera muy particular de establecer conexiones que comúnmente quedan frustradas por viejos preconceptos, o las ya conocidas posturas arquetípicas que bloquean la absoluta libertad de la que deben gozar estos instintos.

Osiris transforma objetos que se inscriben dentro de la utilidad cotidiana; como son los casos de la lavadora, y el refrigerador, muy ligados también a la historia de la mujer en el entorno doméstico; para convocar a secuencias saturadas de placer. Estos objetos pierden su estabilidad, cuando empiezan a formar parte de una dinámica peligrosa; quedan exactamente secuestrados por la constante transgresión, y frente a ellos el cuerpo continua siendo una suerte de bestia elegida.

Su trabajo en dicha cuerda iniciado a comienzos de esta década en La Habana, parece tener una coherente continuidad después de trasladarse al sur de la Florida, donde reside actualmente. El sentido de lo metafórico en su obra continua intacto, más bien en un ascenso del cual poseen una alta dosis de responsabilidad los modelos con los que se desempeña, que muestran la innata capacidad de entender a través de los cuerpos, las ambiciones del artista.

Ver más obras del artista