Stories (ES)

Ranfis Suárez

Híbridos porno-políticos

Por Arletis Camejo

Cuando escuché hablar por primera vez de Ranfis Suárez, pensé que podía tratarse de un nombre artístico, ensamblado a semejanza del de Marilyn Manson, la estrella del rock norteamericano que decidió rebautizarse combinando el nombre de una diva seductora y el apellido de un asesino en serie.

“Ranfis” no es un nombre común en Cuba, y se me antojaba que quizás había decidido presentarse al mundo con un seudónimo: una mezcla discordante del nombre de pila de Ramfis Trujillo, hijo y continuador del régimen de terror del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo (1891-1961), y el apellido de Vanessa Suárez, la famosa actriz porno colombiana.

Mi teoría no se sostuvo por mucho tiempo (sucede que sí es su nombre real) pero, interesantemente, la mezcla de política y pornografía seguía ahí, no ya en la identidad del artista, sino de su obra.

Para no decepcionar a nadie (o más bien, a quienes en este punto imaginan óleos con erecciones patrióticas y vaginas a(b)negadas), acoto que lo pornográfico, en este caso, designa un recurso bastante utilizado por Suárez: colocar héroes, historia y política en “posiciones comprometedoras”, de esas que se considerarían una vergüenza a la vista pública, pero que distan de ser imposibles en lo privado de las fantasías individuales.

Auxiliándose de objetos triviales —a veces frívolos— de la cultura popular, Suárez re-presenta situaciones y personalidades largamente venerados, para revelárnoslos ridículos o vulgarmente terrenales. Sus hibridaciones antitéticas van desde burlas irreverentes hasta desacralizaciones más moderadas, que muchas veces terminan siendo parodias revalorizadoras de aquello o aquellos que parece disminuir.

Los menos acostumbrados a tales depravaciones pueden llegar a escandalizarse ante la imagen de un Che Guevara empuñando, a modo de pistola, un inhalador para controlar el asma (Salbutamol, de la serie Muela bizca, 2012); o aquella de Antonio Maceo, apertrechado con audífonos para escuchar su iPod mientras invita con un gesto al pueblo a seguirlo en la lucha (Muela bizca, 2012). Y para las mentes más “pervertidas” que no consigan conmoverse con la línea light anterior, hay opciones más erotizantes, como la perturbadora presencia del asesino a sueldo que protagoniza la película No Country for Old Men (Anton Chigurn, interpretado por Javier Bardem) en la Plaza de la Revolución de La Habana para participar, según indica el título de la obra, en un Control demográfico (2012).

Obsesionado con la historia, Suárez da los primeros pasos de su carrera tanteando la reactividad de lo sagrado y lo pedestre. Esta etapa iniciática perece dominada por lo degradante, escandaloso y provocador de estas polito-porno-grafías, cuyo devenir es todavía difícil de vislumbrar.

Por el momento, para guardar imágenes de sus obras en la computadora, se recomienda meterlas a una carpeta con un nombre al estilo de Manual de Economía Política Tomo XXX, para despistar a quienes quieran hurgar en los archivos de nuestras preferencias artísticas más vergonzantes.

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