Stories (ES)

Reinier Nande

Dual

Por frency

Una de las preocupaciones que más han permanecido en la investigación artística ha sido la de escudriñar en sus problemáticas como lenguaje. Y este, relacionado con otras nociones sobre lo real o lo virtual, lo aparencial o lo verdadero. Por momentos, el campo artístico se ha erigido como un emisor categórico de esa “verdad”, hasta que vuelve a ser evidente su naturaleza construida por subjetividades, por ende relativa, que infringe esa idea de lo cierto. La metodología creativa de Reinier Nande parte de esos dilemas representacionales. Estudia el lenguaje y juega con él en sus dibujos, pinturas, instalaciones, animaciones y vídeos.

Sus operaciones intelectualizan y subliman el azar procedente de lo oculto, de lo proscrito. Ese es el resultado de su obsesión por hallar en lo prohibido -con el juego clandestino y el vicio por apostar como uno de los máximos ejemplos de una sociedad que acciona y reacciona desde la alternatividad y la simulación- una fuente de conceptos que tiende vínculos irónicamente críticos con las morfologías mismas de los medios, con lo ideológico, con los dictums del poder y con cierto carácter antropológico que en su obra es ostensible. Además media una sensibilidad por lo temporal. Nande es un tributario de esa sensación existencial que es sentir el Tiempo. Esto se evidencia en el carácter procesual, silogístico, multi-relacional y rizomático de sus propuestas.

Por eso propone un conceptualismo de base lúdicra, donde mucho termina siendo sospechoso y ha de develarse dentro de las claves simbólicas que construye y las fluctuaciones que realiza entre la figuración y una engañosa abstracción que esconde -como un palimpsesto- una densidad de mensajes, códigos casi encriptados, que en la interacción física o contemplativa con las obras se devela con la carga teórica, vivencial o sensorial que sus creaciones nos pueden entregar.

Pero -parafraseando un texto que hace un tiempo escribiera sobre su obra-, no se erige en embajador de una verdad, como otros que abordan lo lingüístico dentro del arte, ni en el parlanchín que justifica todo lo que hace y nos abruma “con el verbo”, impidiendo notar que poco de lo que parlotea se constate en la práctica. Más bien deja el espacio a ese riesgo que se esconde en el lenguaje “textual”-visual, lleno de trampas en su complejidad epistemológica.

Crea divertimentos para pensar, por lo que no es un mero deleite. Lo que lo erige en un manipulador que construye acciones y ciclos mediante el arte para propiciar ciertos grados de libertad, como aburrido de la retórica trivial y sin temperatura de algunos.

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