Stories (ES)

Reynier Llanes

Memorias de una identidad imaginada

Por Isdanny Morales

El Sergio de Memorias del Desarrollo, como el de Alea, deambula autista por la ciudad. Todo lo observa, lo toca, lo piensa, sin embargo el afuera se articula como una isla y todos los puentes se han quebrado. Garcet es un náufrago en medio de New York, un emigrante cuya relación inmediata con “la realidad” se encuentra mediada por el distanciamiento, la negación y la apatía. Su presente se monta sobre rememoraciones recreadas a partir de la yuxtaposición de imágenes esquizoides provenientes de archivos fotográficos, notas de prensa o material epistolar, grabaciones o temas musicales conformando una suerte de palimpsesto psíquico.

En la obra del joven creador cubano radicado en Estados Unidos, Reynier Llanes (Pinar del Río, 1985), también queda registrada la huella de una memoria fragmentaria. Se trenzan aleatoriamente escenas y pasajes imaginarios de dos geografías diferentes. Sus personajes a menudo son los tipos: mercenarios, dandies, gánsters o jugadores de golf. Retoma algunas conjeturas sobre la religiosidad popular, el eros y la temperatura de una isla soñada o la industrialización y el consumo. En su obra lo lúdico, reta a la espectacularización de la vida cotidiana, a la soledad, a la hiperracionalización y viceversa. Fe de ello lo dan piezas como Where did you grow up (2017) o Chant in Midnight Hill (2017).

Llanes tiene un dominio técnico preciso de los medios pictóricos, una facilidad exquisita para manipular el color, sacar luces y modular las figuras desdibujando ligeramente sus contornos. Seguramente su trabajo en algún punto tome como referente a maestros de la pintura realista norteamericana. Muchas de sus obras devienen deleite retiniano como es el caso de Enigma (2017). Sin embargo, a mi juicio, las piezas que dentro de todo su trabajo resultan más audaces son aquellas en las que la pericia técnica se mezcla con la invención simbólica, cuando se distancia del personaje tipo y del realismo costumbrista que tiende a representar en detalles convencionales a los personajes, objetos y naturaleza en general, cuando la significación se produce apelando a las posibilidades expresivas de recursos retóricos y plásticos en sentido general. Es entonces cuando la metáfora se vuelve más enigmática y la recepción ambigua desatando múltiples posibilidades de lectura. Tales son los casos de las obras Resurrection (2017) o Mapping destination (2016).

En la primera de ellas se recrea una escena en la que dialogan tres personajes sobre un asunto: el armamento nuclear. Con filiación cinematográfica construye un encuadre en contrapicado. Los cuerpos de los hombres se fragmentan en elipsis, el misil se hiperboliza. Cuando quedamos varados frente a Resurrection el encuadre en contrapicado nos coloca sigilosos en el interior de una caja, un túnel o un escondrijo. Un mínimo movimiento puede delatarnos como intrusos. En cualquier caso, ninguno de nosotros estamos invitados a esta reunión. Reynier nos recuerda que las decisiones sobre el destino del mundo son tomadas en última instancia por unos pocos que ejercen el poder. Nosotros debemos permanecer a hurtadillas. A través de una trampa perceptiva esta obra, se convierte en una de sus composiciones más audaces.

En Mapping destination un “hombre” vestido de traje se encuentra en el interior de un auto en movimiento. Más que humano parece cyborg. Lo delatan la dureza de las facciones, la frialdad del color y el singular chispazo rojo que arranca de la mirada. La piel y el vestuario deben cubrir las estructuras de hierro. La naturaleza orgánica se hibrida con los dispositivos tecnológicos. Prodigio de la cibernética. Probablemente se llame T-800 o RR-37. Aunque no se encuentren explícitas en la obra cada uno de los atributos que configuran nuestro imaginario del mutante, podemos intuirlos a través de algunos semas que deja el creador en el lienzo. Con esta pieza nos aventuramos simbólicamente en los escondrijos de la identidad poshumana, tema recurrente en el debate filosófico del siglo XXI.

Podría especular que el artista se interesa por varios tópicos que le llegan vía experiencias pasadas en la isla, conversaciones, titulares informativos, tesis estéticas e ideológicas de películas y series de televisión, estilos de vida en general… Selecciona del recuerdo y recombina en imágenes plásticas. El tema de la memoria en su trabajo deviene también experiencia esquizoide o alienada, pero a diferencia de Sergio Garcet, en la obra de Llanes asistimos a la autoaceptación de un “yo” múltiple, fragmentado y multicultural. La marca del viaje y en definitivas del exilio configura en sus obras una identidad, más que todo, imaginada. Reynier construye puentes, no los derriba…

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