Stories (ES)

Robin Pau

Por debajo del horizonte

Por Loliett M. Delachaux

Lo acusaban de ser irreal, de no tener los pies en la tierra.
Pero había estado pensando, lo imaginario no era lo irreal.
Lo imaginario era lo posible, lo que todavía no es.

Blanco nocturno. Ricardo Piglia

Todo hombre afronta una disyuntiva personal entre lo que ve y lo que yace al margen de su propia mirada. Supongamos que lo primero, metafóricamente hablando, es lo que se proyecta por encima del horizonte, todo lo que resulta “cómodo” al ojo humano desde cualquier ángulo. Lo segundo, lo que no vemos, queda por debajo, como el Sol justo después de ocultarse; con una luz tenue, prácticamente inexistente. Asumimos que está, lo sabemos a ciencia cierta; pero no logramos percibirlo. Como si todo lo que somos capaces de entender quedara encerrado en el encuadre de una imagen, mientras el universo confabula a nuestras espaldas.

En mi opinión, las obras de Robin Sánchez Pau (joven artista de Artemisa, nacido en 1997) son una síntesis formal y conceptual de este fenómeno tras bambalinas, una opinión sensata sobre la imposibilidad de aprehender la realidad tal cual. Revisando su emergente trayectoria creativa he descubierto una obra compuesta por paletas azules y rosáceas que refuerzan los valores estéticos de ese “instante maravilloso”, donde concilia personajes anónimos en paisajes atemporales. Construye todo el tiempo realidades enigmáticas, escenarios psicológicos que parecen estar más dentro de nuestra mente, que a la altura de nuestros ojos. La delicadeza del ejercicio académico resulta en una especie de calma inquietante que nos obliga todo el tiempo a querer ver más allá de lo representado. Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna –decía Guillaume Apollinaire– (…) después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna. En Robin Pau la lectura del mundo es la de una realidad que nos supera.

Indiscutiblemente se percibe en su novel carrera el peso de la tradición; la angustia de las influencias dirían algunos. De la literatura romántica quizás sus insondables historias. De las corrientes plásticas o del cine emergente a finales del siglo XIX sus más logradas atmósferas. Sin embargo, su mérito no se halla ni el tema ni en su virtud plástica, sino en el modo de congeniar ambos para hacernos “sentir” con la pintura, superando el mero acto de la observación y de la comprensión humana. Aunque lo anterior pareciera una postura crítica sobre el romanticismo a lo Baudelaire, en Robin Pau lo que persiste es una intención
transgresora en cuanto a su manera de evidenciar la realidad. Lejos de encajar en una tendencia modernista, diría que su trabajo pertenece a un discurso contemporáneo ya que nos hace ver la imagen como una construcción mínima e inconclusa. De ahí que sus pinturas no nos obliguen a mirar sino a sentir; a buscar lo que es imposible de representar, esa parte que transcurre por debajo del horizonte.

En el año 2015 Robin Pau mostró en la galería Los Oficios de La Habana una serie titulada 8 cuadros por segundo como resultado de su tesis de graduación de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro. El espíritu de este conjunto de piezas evidenció un aspecto esencial de su obra: la medida del tiempo. En dichas pinturas éste transcurre de manera cautelosa, impasible; sus personajes, generalmente de espaldas al público, parecen siempre esperar algo. Incluso cuando ha pintado un tren en movimiento o una figura huyendo, el tempo es ralentizado, como si hubiese reducido al mínimo los 24 fotogramas de un filme. La narrativa en sus lienzos evidencia la intención de un artista que ha aprendido a medir la espera.

Por otro lado, cuando pienso en el ejercicio creativo de Robin Pau quisiera creer que de alguna manera nos salva, a los espectadores, sobre lo que Juan José Saer entiende en El Entenado como “soledad del recuerdo”:

En eso se revelan iguales muerte y recuerdo: en que son, para cada hombre, únicos (…) y los hombres que creen tener (…), un recuerdo común, no saben que tienen recuerdos diferentes y que están condenados a la soledad de esos recuerdos como a la de la propia muerte.

Las historias inconclusas, las expectativas prolongadas, la luz y el color que bañan el entorno en cada obra, también hablan de una cierta nostalgia; de esos rincones en los que cada uno de nosotros hemos ido a guardar las huellas de nuestro paso por el mundo. Aun cuando Robin Pau ha dado sus primeros pasos en el mainstream del arte con verdades ya expuestas; su aguda exploración estética y su interés por desentrañar lo real pudieran conducirlo, con el tiempo, a nuevos horizontes, a nuevas experiencias, desde donde le será posible abordar las más recónditas complejidades del ser humano.

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