Stories (ES)

Luis Castro ‘Ichy’

Sin soltar los amarres de su insularidad

Por Mónica Pérez

El hombre contempla detenidamente a lo que ha de enfrentarse. Con ojo de buen pescador estudia cada movimiento y espera el momento preciso. Cual Quijote a destiempo, embriagado por una alucinación no tan desatinada, vislumbra sus gigantes de concreto y cristal, convencido de que no son más que un gran Banco de morrallas. Lleva como arma una red y a modo de armadura su carestía, con la que, sin proponérselo, ya violenta la opulencia del entorno citadino. El hombre no es de ahí, pero está. Desconocemos la travesía que lo ha llevado a tan distantes aguas y, aún así, su emigrada cornamusa no suelta los amarres de su insularidad. 

Para Luis Antonio (Ichy) Castro, resulta casi imposible despojarse de su inmanencia náutica. Nacido en el Mariel, poblado cubano donde el mar estructura el paisaje, lleva sus tesoros salinos a los lienzos que pinta. Elementos de la fauna marina, utensilios de la práctica pesquera y hasta su propia imagen como ser-producto del medio, ingresan en las representaciones de la mano de un exquisito tratamiento técnico y bajo un halo de ternura nostálgica que, ni los discursos existenciales que subyacen, logran opacar.

Ichy es ese hidalgo navegante que en la obra Banco de morralla autorreferencia su sentir respecto a una sociedad insubstancial, compulsiva y egocéntrica en la que aún no logra encajar. Le impacta la frivolidad oculta en la magnificencia del poder y como ésta se convierte en el sustento de regios imperios. Justo como esa entremezcla de pececillos intrascendentes que amén de su futilidad procuran conformar grandes cardúmenes. Esa masa constante y émula, de la que es tan difícil escapar, donde la individualidad se desdibuja en el conjunto y donde los peces –como bien diría Sabina– pierden sus agallas. Y con esto, solo faltaría escuchar “En la fatua Nueva York” para entender la cercanía de esta obra con la canción Peces de ciudad del reconocido cantautor español. Un guiño que, incluso, le da nombre a la serie en la que Ichy viene trabajando, desde hace ya un tiempo.

Peces de ciudad explora los conflictos humanos y cómo se expresan a nivel de sujeto y de comunidad. Habla de migraciones y supervivencias, de adaptaciones a hábitats desconocidos, de olvidos, del meretricio de identidades y pensamientos, de engañosas seducciones… 

Señuelos, esos, que conducen a caminos de muerte y frente a los cuales debemos practicar La espera sabia y paciente que, consiga mitigar nuestro instinto, al tiempo que potencie nuestro dominio propio. En un sistema-mundo donde la agenda de sus dueños anda repleta de ganchos y manipulaciones, se vuelve desgastante el esfuerzo por no salir coleando a la fatal realidad de las intenciones tamizadas. Pero quien espera y busca la verdadera dirección, el verdadero alimento, logra identificar el engaño y reposar confiado. Ichy reaparece en esta nueva ocasión sentado frente a un anzuelo, al que observa con actitud serena. No representa para él una amenaza. Sin embargo, ante la posibilidad de convertirse en un pescador pescado, reflexiona sobre

la vulnerabilidad de los individuos que sucumben por las estrategias de los que sostienen la soga del poder. Y aunque no queramos, aunque seamos conscientes de la maldad que habita más allá de la superficie, muchas veces esas ingenuas y alocadas sardinas somos nosotros mismos. O quizá seamos ese pez de acuario que escapa de sus cristales “envilecidos” para alcanzar un lugar de refrigerio donde poder respirar en libertad. ¿Acaso no es esa nuestra búsqueda vital, la de la libertad? La verdadera, no la que nos construyen conforme se erigen intereses ajenos. Esa que, en vez de hundirnos en las concupiscencias del mundo, nos saca de él y nos oxigena nuevamente. 

De esta manera, el artista canaliza sus desvelos mediante narraciones ancladas a “un pasado bucanero” del que no pretende desligarse, aun cuando los nuevos resplandores no le curtan del mismo modo la piel. Y es, precisamente, desde la humildad y el sosiego que acompaña la riqueza de vivir a expensas del mar, desde donde Ichy juzga y reformula su presente. No requiere de una compleja estructura compositiva para testimoniar una idea. La sencillez y limpieza de sus obras, junto a la sobriedad cromática y el protagonismo de aislados elementos de carga visual, como las cuerdas, la madera, los animales… exponen la sensibilidad y llaneza del genio creador. Asimismo, no concibe desprenderse de su pasión por el grabado, de ahí que incorpore elementos de esta actividad, como la referida monocromía, la reiteración de elementos o las líneas marcadas –generadas en la calcografía– que texturizan de manera muy singular las representaciones.

Y es que en Ichy Castro se trata de eso, de conservar quien es y quien ha sido, de mostrar que el refugio no se halla en las cobijas que ofrece el exterior, sino en Lo que llevamos dentro. Lugar de excelencias, de regocijo y paz donde todo es perfecto y a donde debemos regresar constantemente. El metonímico brazo de Ichy señala que está ahí, re-examinándose una vez más. Al centro del organizador, un cúmulo de incongruentes mariposas conforman el núcleo de su alma. Esa zona enigmática y bella de donde salen las bondades del corazón y a la cual muchas veces vedamos… Todo lo demás es sencillamente Isla, la que con dolor vemos desaparecer cada día hasta casi no poder siquiera en ella, naufragar.  

Luis Castro ‘Ichy’
Luis Castro ‘Ichy’
Luis Castro ‘Ichy’
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