Stories (ES)

William Acosta

Imagen atractiva, imagen travestida

Por Magaly Espinosa

El vínculo de la pintura con la tercera dimensión es un vínculo
de la pintura con la potencia poética de las palabras y de las fábulas.
Jacques Ranciére

¿Con qué fases, componentes y procesos de la vida contemporánea se vincula la pintura? La ciudad, la publicidad, la mercancía y la rapidez del movimiento social e individual, entre otros, son elementos que atraen su atención, sin que sea posible escapar a las tentaciones de las imágenes que los reflejan.

Para hacerlo, se invoca a procedimientos de origen postmoderno: pastiche, parodia, deconstrucción e intertextualidad, que penetran no solo la morfología de la obra, en relación con fetiches publicitarios, mezclas de sus imágenes y valores, capturas de pantalla, constantes de la moda, del comic, sino también, los significados del contexto de recepción que los posibilitan. Sobre ello, el filósofo Jacques Ranciére argumenta: “La destrucción del orden mimético no significa que a partir del siglo XIX las artes hagan “cualquier cosa” ni que se entreguen libremente a la conquista de las posibilidades de su propio médium. Un médium no es un medio o un material “propio”. Es una superficie de conversión…

La obra del joven artista William Acosta bordea el escabroso mundo contemporáneo de la imagen y lo que a simple vista puede parecernos un ingenioso juego de publicidad, imágenes y sujetos urbanos, bellas formas, atractivos destellos de lo público, son en realidad un motivo de reflexión sobre la vida del presente.

La habilidad y destreza con las que el creador las maneja en relación con sus disímiles procedencias, conforman su poética, pues no se trata solo de un juego visual o una composición armoniosa, sino de las vías por medio de las cuales esa superficie se comporta como una imagen, que contiene como señala Ranciére, articulaciones entre “las maneras de hacer y unas formas de visibilidad y de inteligibilidad que determinan el modo en que pueden ser vistas y pensadas…

Esta indagación en las conversiones, saca a nivel representativo sentidos superpuestos entrelazados y mezclados, logrando un movimiento que acerca el hecho pictórico a sus más constantes adversarios: la fotografía y el cine.

Sus últimas series Autómata y Mentiras brillantes, se aproximan al film Blade Runner, de Ridley Scott o a la serie Sense 8 de las hermanas Wachovsky. Pero en cada caso, las cercanías son diferentes, las imágenes del film emergen del conjunto de la composición, las de la serie están más relacionadas con la presencia y el espíritu de los personajes, en los que la individualidad de cada uno solo es posible, a través de la existencia del conjunto.

Los personajes que William nos muestra, forman parte del ambiente citadino, como si no pudieran apartarse de él, fundiéndose con el entorno, mostrando de alguna manera el desarraigo de lo que cada uno es, cuando solo el entorno te clasifica. En aquellas ocasiones en que estos aparecen de espaldas, la armonía de lo publicitario se ha violentado, ya que esta pose no significa complacencia ni satisfacción. Lo que se desea resaltar por el contrario, es su cualidad de portadores de los desvelos que provoca la vida voraz de las metrópolis. Ellos se han convertido de esta manera en códigos culturales que facilitan los significados relacionados con la publicidad y el mercado. Como él expresa: “…la publicidad nos condiciona… desordena tu conciencia y te esclaviza…

Los paisajes urbanos los ubica en diferentes contextos imprimiéndoles otra visualidad, dándoles otra apariencia y con ello arma una nueva ciudad, aprovechando todo el arsenal visual a nuestra disposición, haciéndonos como en la última serie citada, replicantes de las formas de vida, con la capacidad de reproducir a través de gestos, posiciones y formas de vestir, un destino común.

Dominio formal, armonía y equilibrio aparecen en la generalidad de las obras, pero lo que las hace destacables, no se relaciona solamente con apropiadas soluciones formales, es la conversión en imagen de los simulados valores que sostienen al hombre del presente, que se manifiesta en la indiferencia de un desorientado transeúnte, cuando la ciudad se inscribe en su cuerpo y él se ha convertido en un objeto público que se pregunta: ¿Qué soy dentro de este marasmo de luces, colores y ruidos en constante movimiento?

Las ciudades están dispuestas en muchas capas, pero solo en el cuadro las vivimos en un mismo espacio, repletas de edificios, espacios públicos, transitadas por autos y hombres como si ambos fueran una misma cosa.

William Acosta
William Acosta
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