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Felipe Alarcón Echenique

El neocubismo sintético y simbólico

Por Mª del Socorro MoraC

Acercarnos a la vida y obra de Felipe Alarcón Echenique es reflexionar sobre los avatares del destino, los vaivenes de los genes, las mutuas influencias culturales entre América y Europa; y, por supuesto, es hablar del mestizaje biológico y pluricultural que sigue y seguirá produciéndose en el mundo. Porque el intercambio de genes y memes es clave para nuestra supervivencia. Esta movilidad que ha derrochado desde los inicios nuestra especie, impelida por el azar y la necesidad, la creatividad y la curiosidad, ha sido nuestra bandera. Una bandera es un símbolo que significa algo para alguien. La insatisfacción es un signo del ser humano en general y de las mentes inquietas en particular. Es el caso de Felipe Alarcón, su Cuba natal le resultó pequeña para sus aspiraciones y tuvo que volar a construir con sus manos inquietas y su cerebro hiperactivo otro destino, otro camino, otro lugar donde soñar, y dónde seguir creciendo tanto personal como plásticamente.

Los científicos se preguntan qué pasa en nuestro cerebro al realizar ciertas elecciones. ¿Estamos en manos del destino? ¿Somos marionetas del azar? ¿Somos libres para elegir? ¿Somos realmente conscientes de nuestras elecciones? ¿Estamos dispuestos a asumir las consecuencias de nuestros actos? Tanto en ciencia como en arte realizamos experimentos. Pero, recordemos que la propia vida es un experimento en sí misma. Lo cierto es que nuestro cerebro es, muchas veces, un campo de batalla. Según Schiller, el hombre puede estar en contradicción consigo mismo ya sea como salvaje o como bárbaro. Y escribe algo muy neurobiológico y ecológico: “El hombre culto convierte a la naturaleza en amiga suya y honra la libertad de ello refrenando simplemente sus caprichos”. Felipe Alarcón Echenique es un artista digno de ser contemplado, desde el punto de vista neuroestético. Sería interesante observar el inquieto cerebro de Felipe en plena acción.

Para comprender la obra de nuestro artista nos remontaremos a la primera década del siglo pasado e intentaremos responder algunas preguntas sobre el cubismo que seguramente muchos se han hecho y se siguen haciendo.

Cuando Picasso se dio cuenta que hacer lo que veía –al método renacentista- era demasiado fácil, tuvo que inventar otro método, una manera, un estilo (junto con Georges Braque y Juan Gris, a los que luego se sumaron otros tantos, que seguían sus métodos aún sin decir que eran cubistas) de ver más allá de lo evidente. Debemos recordar, sin embargo, que tanto él como Braque o Gris no inventaron nada. Ya estaba allí: en Cézanne, en las

máscaras de Oceanía, en la iconografía de África, en las Cícladas o en las imágenes religiosas del Medioevo. Sólo descorrieron las cortinas del ayer para desatar las libertades del mañana. Algo parecido pasa en el arte desmesurado, barroco, plural y pleno de “horror vacui” de Felipe Alarcón. No está inventando nada nuevo con su Neocubismo sintético y simbólico, porque el Arte, a diferencia de la Ciencia, es un ir y venir. Un redescubrir las maravillas del ayer para parafrasearlas en clave personal, como hace nuestro artista con sus símbolos escondidos e imágenes que trasmuta mediante una alquimia muy especial, rebosante de experimentación y voluntad de comunicación. Una constante repetición conjugando –ahora más que nunca en el postmodernismo– a los grandes demiurgos del pasado. Según Zeki: “Del mismo modo que el cerebro busca constantes y aspectos esenciales, así también lo hace el arte”. Y agrega en su ensayo sobre “La búsqueda cubista de aspectos esenciales” –parafraseando al crítico Golding- que lo más importante que consiguió el cubismo, en esos momentos, fue fingir una “acción simultánea”. Esa relatividad en la observación y esa preocupación por el tiempo respondían a los avances en física y a las teorías de la relatividad de Einstein. Ahora, con la Inteligencia Artificial (IA), el Metaverso, las nanotecnologías y lo que nos deparará el futuro, podremos superar nuestras limitadas percepciones. 

Podemos decir que Picasso y Braque abrieron la caja de Pandora. Todo estaba allí, oculto. Pasaba desapercibido. En las iglesias, con vírgenes escondidas; en los museos de arte Primitivo y en la espontaneidad de los locos o de los niños. Por eso, cuando Picasso dijo “que no tenían ninguna intención de inventar el Cubismo”, nunca fue tan sincero. Sólo estaban irradiando una premonición de lo que sería un siglo de cambios, guerras, descubrimientos y sorpresas. A través o por medio del arte nos estaban advirtiendo que había que ser más flexibles y tolerantes. Que no dependiéramos tanto de las normas sino que comprendiéramos que había muchos puntos de vista. Que no importaba la perspectiva, que no interesaban los cubos o las cajas, sino salirse de ellas. Porque hay muchas más perspectivas que las que conocemos matemáticamente: la de cada persona que interpreta una obra. Eso mismo hace Felipe Alarcón: nos deja la libertad de interpretar su obra.

Según Zaidel el arte es un acto social y sus primeras manifestaciones fueron realizadas como una interacción motora con la danza y la música. Nuestro artista hace “danzar” sus personajes con un ritmo a veces pausado, otras es frenético; pero siempre con una clara intención de comunicarnos sus preocupaciones no sólo estéticas sino sociales, literarias o culturales. “Sus obras son una crónica de los acontecimientos cotidianos”.

¿Qué persigue Felipe Alarcón, como Alicia a su conejo en El País de las Maravillas? ¿Al sombrerero de la realidad, de la fantasía, del amor o de la discordia? ¿Qué puede perseguir un artista ahora, en tiempos de postpandemia, pero con la angustia existencial de un mundo en que proliferan las guerras, las catástrofes y los desmanes? Según los expertos en salud mental, si uno no puede cambiar sus circunstancias, puede cambiar su actitud ante ellas. Y el trabajo de nuestro artista lo demuestra: por medio de un Neocubismo sintético y simbólico persigue comunicar al mundo que todavía existe una esperanza, algo por lo que luchar y seguir. Sus manos transforman las preocupaciones que afectan a todo ser humano en estos momentos de cambio y crisis en un sinfín de mensajes, algunos cifrados en símbolos o extrañas figuras, otros que provienen de su mundo metafísico, y otros más que son pura búsqueda estética en las que el color, la textura o la composición nos trasladan a otros ámbitos para nuestro placer visual, sensorial e intelectual. 

Recordemos que no sólo la ciencia influye en el arte, sino que la ciencia se ve influenciada por el arte. De repente el ser humano pudo liberarse de la realidad gracias a la fotografía, que luego dio paso al cine. De repente, la libertad y la experimentación eran las nuevas consignas. Y ahora mismo, las nanotecnologías, las preocupaciones ambientales y ecológicas en lo que algunos científicos consideran el fin del Antropoceno, la inteligencia artificial o las realidades virtuales influyen al arte o a la ciencia por igual. La creatividad, la consciencia son las frágiles fronteras que harán la diferencia entre máquinas y humanos en un futuro cercano. Nos sorprenderemos con máquinas humanizadas o humanos robotizados; a no serque miremos con atención y comprendamos que sólo el arte y la cultura pueden sensibilizar a los seres humanos, como decía Nuccio Ordine, en su manifiesto: “La utilidad de lo inútil”. 

Nos volvemos a preguntar: ¿Qué perseguimos con nuestras obras? ¿Qué mensajes queremos dar? Como Alicia perseguimos al sombrerero loco que nos advierte que se nos acaba el tiempo y que hay demasiadas fichas de ajedrez que están terminando en una caja por la inconsciencia del ser humano. Perseguimos la ilusión de crear una metáfora entendible en tiempos violentos. Pero los que, como Felipe Alarcón Echenique, están acostumbrados a emplear sus manos y su cerebro para por medio de símbolos o signos decir algo para alguien, lo tienen bastante claro: sólo el trabajo bien realizado, salva. Con su “horror vacui”, su barroquismo y sincretismo heredado de la colonización, nos muestra con su Neocubismo mestizo, sintético y simbólico, que los artistas luchan desde sus trincheras para hacer comprender a los demás que las banderas, las fronteras, los chauvinismos separatistas y la presunción de superioridad sobran en estos momentos de crisis humanitaria mundial.

Felipe Alarcón Echenique
Felipe Alarcón Echenique
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