Stories (ES)

Ahmed Gómez

La ironía entre el “sovietismo” y el pop

Por Abram Bravo Guerra

Ahmed Gómez prepara con astucia un cóctel disonante: hace tirar de la soga a la rusticidad constructivista y la simpleza pop. Y estos son sólo los ingredientes que se degustan en un primer sorbo, porque me aventuraría a afirmar que Gómez insiste en la permanencia de diálogos estridentes, en un fluctuante recorrido meta-artístico que se acomoda –precisamente– en la conjunción casi satírica de realidades. Y, por supuesto, en un diálogo aquilatado cada realidad estilística desplaza a la otra, por momentos o por etapas, en una lluvia cíclica de ideas o en una escapada visual que reconstruye –con no tanta inconsciencia– los accidentes de un imaginario hogareño, el barniz soviético en una visualidad insular no tan reciente, y las rupturas, acideces e importaciones a que la migración somete. En la obra de Ahmed parecen condensarse códigos visuales que resumen parte de la historia personal, como si amontonara anécdotas e ironías vomitadas de golpe en cada lienzo, objeto o escultura. 

Holguinero de origen y graduado posteriormente del ISA (Instituto Superior de Arte), la historia de Ahmed se tuerce al someterse –hace casi treinta años– al tránsito migratorio definitivo. Tránsito escalonado que fue desintegrando y recomponiendo un arquetipo visual inventado en la asfixia insular y que finalizó su estructura en la experiencia horizontal propuesta por el acto migratorio. Como es natural, una relectura de códigos ajusta asociaciones previas y tensa diálogos visuales-ideológicos, las incorporaciones sirven entonces en un orden expansivo y soporte de un signo que funciona en un nuevo sentido. La trágica experiencia de los años noventa, individualmente confirmada en el desplazamiento, produjo en Ahmed el descreimiento evidente hacia la oxidada narrativa del poder. Por supuesto, esta reacción va a estar inevitablemente ligada a su obra, de manera no tan explícita, sino en el tratamiento intencionado de determinados símbolos.

Creo encontrar dichos remanentes, productos casi inequívocos de la decepción, condensados sobre todo en el tratamiento de la visualidad soviética, con el constructivismo a la cabeza. En la obra de Ahmed se repiten de manera sucesiva las referencias abiertas hacia porciones del sistema visual ruso. Porciones armadas en la Rusia soviética que terminaron por contaminar casi todo el paisaje visual cubano posterior a los ochenta. De hecho, las mutaciones soviéticas en la realidad cubana ya habían sido carne de sátira en propuestas ligadas a las artes visuales unos años antes, especialmente en Ciro Quintana, Lázaro Saavedra, Glexis Novoa o Flavio Garciandía. En Ahmed Gómez reaparece esa sátira/crítica dirigida a una realidad desmoronada, sobre todo en la desterritorialización del sovietismo insular y su acople con otros códigos funcionales o lúdicos. En otras palabras, aísla dicho componente para hacerlo pasar por situaciones aparentemente disparatadas. Aunque, en más de una ocasión, dichas situaciones se infieren de manera no tan directa, sobre todo al desacoplar determinados armazones estructurales asociados al constructivismo. El acto satírico cuenta muchas veces con una considerable dosis intelectiva.

Entendamos, entonces, que la producción de Gómez arma un desplazamiento irónico de la disonancia estética soviética en terreno tropical. Emula la marcialidad con códigos comerciales, con desparpajos pop y cinéticos, y sucesivas dosis de relajo creativo que echan en cara las debilidades de aquella estructura importada. Porque la visualidad es también parte tangible de aquella desbocada copia costumbrista para estar a tono con la moda socialista. Y Ahmed repitió aquellos códigos en toda su extensión y posibilidad cuestionadora, hasta convertirse ellos mismos en componente lingüístico intrínseco de su producción, que ahora se reordena en sentido meta-creativo y no referencial. Porque incurriría en un error si afirmara que el sentido estrictamente crítico o satírico se mantiene en la avanzada de su trabajo.

A estas alturas, Ahmed Gómez ha vuelto a calibrar el enfoque creativo, entendiéndose sedimentado en una estructura visual girada a sí misma e independiente de un origen más referencial. Entonces los códigos disonantes funcionan ya en una línea de producción orgánica que los anticipa y juega con los factores a dialogar. En este sentido transita del lienzo a la escultura y el objeto, su iniciativa mantiene la convivencia de sovietismos, pop, abstracción y publicidad; ahora en un orden discursivo mucho más hermético que, sin renunciar del todo a la crítica, parecer ordenarse al lenguaje introspectivo. Y dicho lenguaje se ha hecho extensivo a un trabajo multifacético y multirreferencial que sugiere su propio mapa asociativo y ya no tan disonante de acuerdo a sí mismo. Ya aquel aparente cóctel estridente se ha hecho una mezcla balanceada, de tonos caprichosos pero orgánicos.

Ahmed Gómez
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