Stories (ES)

Aisar Jalil

Hedonia y pavor críticos

Por Eduardo Morales

Las provocaciones artísticas e ideoestéticas de esta visualidad, requieren estarse alerta frente al universo angustioso de este creador, desplegado-replegado (dada la real impotencia de sus denuncias), en fabulaciones y problemáticas temporalmente inconclusas. 

La aparente sencillez de sus peripecias técnico-formales forman parte de sus estrategias: entrampar espectadores, situaciones y conceptualismos ideo-artísticos, así como lo escatológico y ciertas marginalidades socio-culturales. Recoloca continuamente todo ello en y desde la tematicidad crítica que aborda. En tal sentido, parece determinante y recurrente la ambivalencia somato-morfológica de sus criaturas humano/no-humano (alimañas, cosas, animaloides, humanoides), como prevención (pronóstico y frustraciones) ante su fuga o degradación. Asimismo, el kitsch cultural, lo patético, lo grotesco, lo sórdido… que tematiza arrostrando escoyos artístico-conceptuales (en denuncia crítica sociocultural) que comporta. Momentos a veces muy sensuales (cuasi-sexuales) mediatizados por la mordacidad y el sobredimensionamiento crítico que, en última instancia, lo supraordina todo. Y más: cuando intenta expresar un tema más lírico e intimista, apela de nuevo a la misma lógica y poética duras, resultando una visualidad nada complaciente, sino recurrentemente áspera, directa, extrañante. 

Luego, Aisar asume militantemente dicha iconicidad, si es que el ícono incorpora en sí mismo las “propiedades” de lo que designa. Por tanto, se expresa con cierta coherencia perturbadora entre tema-técnica.

Como tantos otros de nuestros hinchas, Aisar no tiene sino el recurso subalterno del arte como denuncia. Como eironeia. Pero no la ironía expedita ni manida, aunque eso pueda parecernos. Sino cierta perversidad ideo-conceptual y travestizada que pone trampas (mayéuticas) al observador desprevenido, o ingenuo, o peor manipulado, que no se percata de su intencionalidad rizomatizada. Porque se trata de una crítica a la crisis (tanto como a sus retro-procesos), entonces la ironía en la visualidad de Aisar opera como colusión: pasado/presente, aceptable/inaceptable, estético/anestético, gozo/dolor, bello/sublime (kantiano o posmoderno, valga la redundancia).

En semejante registro figurativo, el fondo es tan actancial como las figuras, las atmósferas cromáticas, las estructuras, o sus titulares. Holística supraordinadora de núcleo hipercrítico: conceptual, ético, estético, sociocultural y, en su matriz, nos coloca lo inobjetable del rupturismo artístico.

Nos enfrenta y alerta ante verdades develadas que nos atañen y que, casi siempre, gozamos estultamente, como anónimos y hasta inocentes cómplices del estatus quo socio-cultural denunciado.

Por demás la perversidad crítico-reflexiva de Aisar nos tiende la trampa de lo anecdótico, de una narrativa retiniana de tradición secuencial; la trampa del sarcasmo humorístico para seres turulatos y cosificados como estamos. Y entonces, por supuesto, le respondemos con aquello de “¡Qué bello, Aisar!”, “¡Genial, Aisar!”, “¡Qué técnica, Aisar!”

Así, Aisar me (nos, se) actualiza con una poética trans-moderna (post-postmoderna) carnavalizada y carnavalizante de las tematicidades que aborda: Aisar multiverso, de entropia esencial, indeterminado, fragmentado, personalizado… y jodedor. Anti-sistema en desacato al orden cultural establecido (per sé); orientándose (reorientándonos) a la refundación cultural: artístico-estética, ética, sociocultural, política, ideológica, etc. Hibridación apropiando carnavalización en un ethos neohumanista/critico/absurdista. Performática entre obra/yo-aisar/públicos/mi-yo-crítico.

La criticidad a la que me refiero, la que lo identifica y legitima, está en la propia obra por reconsiderativa, repostulativa y de permanente insatisfacción (otra de sus angustias). Criticidad que se actualiza en la intimidad pública (sino publicitada), o descarada de él mismo como auto-crítica; de sus reflexiones, que no son epistémicas, ni estetológicas, ni metafísicas, sino su propia “obra de arte”. Es decir, en los trances conceptuales y en sus compromisos

estético-artísticos e ideo-poéticos, y aun, en la diversidad de su creación, si acaso, en su “originalidad”, en fin, en sus cargas y descargas plurales.

Y, sin embargo, su temática no me parece puntual, ni circunstancial, ni taxativamente crítica. Porque lo es en su discursividad artístico-inmanentista, ideo-conceptual, ético-social, socio-cultural, ideo-política… En fin, una discursividad que se presenta critica ella misma. Quiero decir, una valuación y ponderaciones sarcásticas, tanto del signo artístico (iconicidad, código y lenguaje) como del designatum en tanto pretexto y blanco de su sarcasmo. Porque la mimema participa sólo como pretexto, y aún más, como complejidad y densidad del material crítico (kantiano).

No creo que para este creador la identidad sea preocupación mayor. No obstante, su retórica poético-reflexiva concreta una obra que detecta todo aquello que no somos o que nos falta o a lo que aspiramos en un arriesgado balanceo utópico-distópico. Más que crítica de un hecho, de un evento o de un “sujeto típico en circunstancias típicas”, se trata –digo yo- de la crítica de una crisis (procesual, estructural) de aquello que en el camino (historia) hemos perdido o está a la deriva o en merma actualmente. O peor, aquello de lo cual nos enorgullecemos en tanto banalidad y/o apologética. En tal sentido, el correlato “identidad icónica” / “identidad critica” se expresa, además, de modo nada complaciente, o sea, conflictivo. 

Una estructura hiper-crítica (meta-crítica), para que el ritualismo y el fatum de cotidianidad no nos haga convertirnos meramente en lo que vemos, según la prevención lezamiana de “insularismo”, o peor, de auto-conmiseración. Quizá sí, como “interferencia” (al modo de Foquillon), o sea, al parecer más coherente y práctico en este caso que la ordinaria apelación a la consabida “intertextualidad”. Es decir, traslación (¿artificación?) crítica del medio “arte” a otras potenciales áreas: política, ideología, ética, cultura, etc.

En fin, un aisar ni para la autocomplacencia, ni para el dolor, ni para la espectacularidad (de mercado o de ideas). Un aisar no personalizado (Aisar) sino gregario, emblematizado. Un aisar para reasumirnos desde esta perspectiva…, quizá como lo está reclamando el arte y el espíritu de nación hic et nunc.

Aisar Jalil
Aisar Jalil
Aisar Jalil
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