Stories (ES)

Jorge Juvenal Baró

Una realidad alternativa, la poética de Jorge Juvenal Baró

Por Estela Ferrer

Pareciera que para Baró el tiempo sólo existe para ser sometido a sus caprichos, doblegado, puesto en solfa. Sus personajes gozan de un escenario donde van y vienen a su antojo entre múltiples momentos de la Historia del Arte. El tiempo, como brújula, coloca y ubica a su pintura entre las vanguardias del siglo XX o la arrastra a la contemporaneidad. Más allá de sus inquietudes de carácter psicosocial, de su vocación por el retrato, es su estrategia para cruzar y hacer coincidir fronteras temporales en su pintura, su principal acierto. Una estrategia, hilada con sumo cuidado, al elegir las tendencias pictóricas que obedecen también, en gran medida, a los referentes obtenidos en su formación académica.

La producción plástica de Jorge Juvenal Baró inicialmente trataba de lograr los requisitos de la academia. El dibujo, la naturaleza muerta y los retratos fueron los géneros que tomaría en esta primera etapa para manifestar su visión del arte y poco a poco la idea cobró más prioridad que el gusto estético, hedonista y formal. Disímiles espacios interiores, fueron usados como metáfora para expresar estados espirituales o posturas relacionadas con el carácter o el concepto de moral.

Neurastenia tuvo por título su primera muestra personal, realizada en 2014 en la Galería Sitio 18. El título refiere una enfermedad, cuyo principal síntoma es el abatimiento. Los cuadros, aunque no explicaban la enfermedad, debido al carácter cerrado del discurso, sí atrapaban al espectador al sumarlo en el laberinto o vacío donde caen las personas que la padecen.

Su formación académica, en fines de segundo año y hasta mitad de tercero lo condujeron a estudiar la hiperrealidad, concepto que consiste en la incapacidad que afrontan las personas para discernir un momento real de la fantasía. De ahí que ambientes inexistentes sean asumidos como una verdad.

Este universo donde los polos entre lo real y lo ilusorio se tocan encontró un final feliz en su pintura. Una pintura donde se encuentran como referentes importantes la influencia pedagógica de Rocío García, en su taller de Las nuevas fieras, en un pleno rescate de los postulados del pop, sobre todo en el color, y también la huella del pintor español Joaquín Sorolla para siempre. La pincelada, la expresividad de la mancha y la espontaneidad del gesto son de Joaquín Sorolla. “Me quedé con el color en la mente y la pincelada en la mano”, me confiesa.

En cuanto a concepto y visualidad es visible la influencia del pionero del arte pop británico, Richard Hamilton quien trabajó mayoritariamente con las revistas estadounidenses, la cultura de masas norteamericana, desde la publicidad y el envase, la música popular, magazines y los cómics. En Baró toda esta experiencia es aprovechada a la hora de esbozar las composiciones y escenas.

La superposición de imágenes de revistas, generalmente de momentos cumbres de la historiografía artística que recorta e incorpora al cuerpo de la obra, nos descubre este gusto por el collage. El empleo del collage le permite romper con la lógica, la perspectiva y las formas clásicas de abordar la profundidad y la composición; incluso el ambiente se enriquece al cambiar el lugar y el tiempo, al hacer coincidir varias historias que unidas conforman una sola. Después pinta y retoma el impresionismo para concluir la acción pictórica.

Actualmente, su poética se ha enfocado en las diversas aristas de la psicología individual. La vanidad en particular es una característica que le interesa, así como los rumbos del mercado del arte. Su postura, es criticar desde el punto de vista bíblico, la atracción del hombre hacia lo transitorio, y su transformación de las cosas en vacío. Asimismo, mostrar la realidad así construida por el hombre como una vanidad. Por ello, toda su pintura parte de su comprensión del hombre postmoderno como un ser que vive en un perenne vacío existencial.

Un acercamiento a la producción de Baró incluye necesariamente su entendimiento del mundo, del universo físico que lo rodea a partir de sus estudios de teología, del libro del Eclesiastés- conocido como el libro del Predicado o el libro del Filósofo-, las definiciones del filósofo francés Jean Baudrillard y del esteta Umberto Eco. Tal vez por eso advertimos en sus cuadros, e incluso en los puzzles confeccionados con papel y acetato una visión más abarcadora de los hechos y espacios, un deseo de expresar y mostrar una realidad relativizada como afirmara Einstein. Ningún personaje o hecho es presentado de modo realista, y aunque aquí y allá se manifiestan las huellas desgarradoras del expresionismo de Edvard Munch, las escenas no dejan de seducir al ojo que mira. Sabe Baró, a su corta edad, narrar y hacer coincidir historias, ya veremos que más encontraremos en el futuro como parte de las propuestas de su realidad alternativa.

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