La rutina y los lugares comunes
Por Alay Fuentes Bejerano
Hace más de dos mil años, Marco Vitruvio definió la belleza, firmeza y utilidad, como las tres características esenciales de los espacios artísticos. Sin embargo, las ideas sobre los espacios que habitamos y la forma en que interactuamos con ellos, se han transformado radicalmente desde entonces, dando lugar a disímiles estilos de creación en las bellas artes.
Desde el arte clásico, pasando por las reinterpretaciones de éste, hasta llegar a la ruptura con la tradición que abrió la posibilidad de experimentar con inspiraciones como la naturaleza, el futuro o los movimientos artísticos de un momento histórico; los creadores y sus obras son un reflejo único de cada época, que no sólo deja constancia de estilos o períodos creativos, sino de la concepción del ser humano a través del tiempo.
El arte, desde un comienzo, se autodefine como un ejercicio personal y de aprendizaje, donde el artista va conformando y autentificando el lenguaje discursivo de sus creaciones. Esta manera de crear, ha interactuado consecuentemente con su realidad inmediata, siendo parte importante en la configuración del universo, tal y como lo conocemos hoy en día.
La obra de Omar Tirado, está muy ligada al concepto del arte contemporáneo en función de su realidad social. Sus creaciones, son manifiestos espontáneos dentro de una sociedad que cada día se hace más dependiente del subconsciente de sus creadores visuales.
La producción artística de este joven transita por un cosmo cotidiano, haciendo unas veces de filtro cultural, y otras tantas como hacedor de simbolismos estéticos-conceptuales.
El instinto inventivo de Omar, traza estrategias empíricas. Allí sus obras plásticas serán elementos fundamentales en el diálogo recurrente con el espacio creativo de su hábitat, para poco a poco, interactuar conscientemente dentro de esta atmósfera de superación visual y de sapiencia formal. Su poética narrativa, interviene y sus conceptos; indaga sistemáticamente sobre lo trivial, lo cotidiano, el compromiso público; ejerciendo una influencia artística considerable en la conciencia humana y social del espectador.
El espacio, la simbología, los interiores de casas, el paisaje, el dibujo y lo pictórico, son parte indisoluble de las obras en cuestión. Ellas están influidas conceptualmente por antecedentes pictóricos como Pablo Picasso y Wilfredo Lam, sin olvidar su apego irrefutable a la corriente constructivista rusa.
Un engañoso caos se apropia de la visualidad de la propuesta. El espectador se enfrenta a un discurso estético bien fundamentado en los paradigmas de la sociología
desenfrenadamente en el entramado social al que está expuesto su alegato pictórico, apoyándose en la comprensión literaria de antiguos y nuevos textos, usándolos como pilar emancipador en su sicología de amplio espectro y en su “point of view” intelectual.
El contenido y la fisonomía de su obra se fusionan irreversiblemente para que la parábola metafórica de la misma, amplifique el sino contestatario con el cual el creador deconstruye su idea gráfica contemporánea. Su génesis imaginativa, intenta reflexionar sobre la sociedad francesa del siglo XX, en los patrones Freudianos de la sicología moderna. El carácter temático de estas creaciones transgrede su soporte, para renacer como “influencer” de una generación de habitantes tridimensionales.
Las obras no solo describen la relación íntima entre fábulas sociales, sino que además propician un espacio para el diálogo sensitivo y reflexivo, ante la inminente necesidad de una compresión ideoestética del arte contemporáneo cubano. Este análisis nos introduce en el núcleo compositivo de la obra misma, nos relaciona con enigmas y acontecimientos que la rodean, que son los elementos imprescindibles para su posterior comprensión.
Con el uso profiláctico de la naturaleza plástica de los materiales, tramita esta cruzada en pos de nuevos escenarios, en busca de galaxias oníricas. Utiliza las imágenes en forma de collage, muy superpuestas y deconstruidas, para así lograr despojar de todo tipo de guión cultural su alocución social-artística; convirtiendo sus obras en un devenir de ideas análogas, complementarias, saturadas de armonía sensorial.
Su presupuesto artístico se interesa completamente en la producción involucrada con su contexto social, pero no desde un compromiso dadivoso que asume como propia la responsabilidad del cambio. Para él se trata del valor de la reflexión que surge del diálogo con una otredad política-social, con la que sostiene cierta afinidad medular, y a su vez una contradicción contestataria, en búsqueda de la necesaria fricción esencial para la producción de conocimiento, simbolismo y significado.
Sus personajes convergen dentro de una fábula única e irrepetible que reafirma sutilmente el modo de ver el mundo, sus diálogos exquisitos, motrices e incluso reales contemplan intuitivamente a un espectador cansado de banalidades y ávido de otro discursar austero e inteligente.
La cosmogonía irreverente de Omar Tirado, nos permite concientizar sobre nuestra propia experiencia de vida, tomar la misma como un desafío para enfrentar las interrogantes de esta cosmovisión contemporánea del arte, en la sociedad que configuramos y habitamos, convirtiéndola en nuestro mundo.