Stories (ES)

Raylven Friman

Una andadura llena de vislumbres

Por Rafael Acosta de Arriba

Decía el poeta y pintor francés Henri Michaux, que reflexionó y escribió bastante sobre el tema de las manchas, que “cualquiera que sean los trazos, las palabras, los colores dispuestos en una tela, la figura que se obtiene está siempre llena de sentido”, sin dudas una expresión controversial, pues el arte radica precisamente en que esas manchas obtenidas de trazos y colores, para que cobren sentido, necesitan irremisiblemente, del talento del artista. 

La obra de Raylven Friman es una apuesta por el cuestionamiento crítico a la idea de Michaux antes mencionada. Se trata de un joven creador que ya ha dado suficientes pruebas de su maestría ante el lienzo. Su trabajo dentro de la abstracción tiene el poder de sintaxis de las manchas, como su primer valor.

La pintura de Friman me hace evocar dos conceptos concomitantes a la abstracción: la música y las matemáticas. En sus lienzos merodean, escondidos y disueltos en las formas y trazos, los misterios del análisis matemático y algunas melodías ya instaladas en su mente. Es una virtud de la abstracción que no todos los pintores abstractos consiguen plasmar en sus obras. 

Gestar manchas no puede hacerlo cualquiera, sobre todo si esas manchas pretenden alcanzar la condición de arte. Friman es un abstracto nato. Su tesis de graduación académica se basó en esa modalidad del arte pictórico, es decir, él ha estudiado y practica lo abstracto porque lo domina y lo conoce a fondo. Su trazo es caótico dentro de un orden mental, responde a una estrategia premeditada, al menos en sus esencias; luego el pincel se desplaza libremente por la superficie de la tela como siguiendo un ritmo melódico conocido. Es su propia música. La gama de colores también está predeterminada por ese esbozo cerebral del cuadro. El resto lo pone el talento y el impulso creador, el estado de gracia necesario para crear el turbión de colores. Traducir espacios equivale en primer lugar a interpretarlos y Friman es un intérprete de la experiencia íntima de lo real. Sus imágenes son irreductibles a conceptos, son gestos que son signos, una suerte de fuga hacia adelante, de salirse de moldes, de fugarse de sí mismo a la vez que se expresa en la tela. Energía pura de los trazos. Libertad total.

Friman se sabe parte de una tradición artística rica y poderosa en la que sobresalen nombres como Hugo Consuegra, Guido Llinás, Antonio Vidal, Pedro de Oraá, José Vincench, Julia Valdés, Andy Rivero y Rigoberto Mena, entre otros. Hay influencias evidentes de algunos de estos maestros, pero el tono de la obra de Friman es muy personal. En definitiva, como lo ha probado la historia, el arte genuino comienza por ser una imitación que deriva en invención y es a partir de ese momento que el artista firma, con su estilo indeleble, la obra.

En su trabajo pictórico se aprecia la capacidad de crear una atmósfera visual que establezca contacto con el degustador. No se queda uno sin sentir una empatía particular por las piezas de Friman, poseen enganche, poder de fascinación, es su toque personal. Líneas, trazos, manchas tienden a la espiral y al torbellino visual. No hay un sentido geométrico claro, este es reemplazado por la turbulencia de gamas de colores y y la libertad de la mano. Intento decir que un orden invisible gobierna las obras de este artista, él se ha propuesto definir su espacio personal. Puede colegirse como el espejismo de una identidad que entra en erupción ante la tela. Es una virtud táctil de las manchas creadas, se pueden ver y tocar, y añadiría que, también, oir. Poseen una lógica sensible, es su don.

Aquella expresión del poeta español Juan Ramón Jiménez, “Hay que ser entusiasta con los jóvenes, exigente con los maduros, implacable con los viejos”, adolece de un verdadero sentido crítico, creo que en arte no hay más remedio que aplicar las tres exigencias a cualquier creador, sin importar su edad. De manera que se trata, en todos los casos, de buscar un más allá (o un más acá) que se asocie con la perfección o la esencia, con la maravilla. El rigor puede encontrar su cauce en las ganas de crear, pero de crear una obra importante, no una imitación o una repetición de otros. Personalmente considero que Friman se ha trazado niveles de exigencia altos y que trabaja en busca de esa rigurosidad y del equilibrio necesario para encontrar la madurez, si es que no la alcanzó ya. Es un camino trazado conscientemente y que, con tozudez y persistencia, se mueve hacia la plasmación de su visión interior de lo abstracto.

Sigamos su trabajo, creo que su andadura en el competitivo universo del arte llegará lejos, ganas no le faltan.

Raylven Friman
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