Magazine 32 (ES), Stories (ES)

Yasiel Elizagaray

Hacer visible lo inmaterial

Por Ricardo Alberto Pérez

La obra de Yasiel Elizagaray (Sancti Espíritus, 1987), constituye otro elemento tangible y de peso para disertar en torno a la riqueza y pluralidad de la pintura cubana del siglo XXI, nuevamente lo original y lo asimilado empastan de forma contundente generando un foco expresivo que libera innumerables tensiones y las esparce sobre los lienzos, transformándolas en atractivas narrativas que no se consumen en una apreciación lineal, sino a través de una familiarización mental que podrá conducirnos a los conflictos en los que  él nos convida a intervenir.

Su poética parece conocer muy bien sobre la densidad que acompaña a los contenidos espirituales, ese choque de la memoria colectiva ante la singularidad de lo irrepetible, representando lo original de cada ser, instante que produce emociones muchas veces contradictorias a partir de la cual es que nace este tipo de visualidad aún muy cerca de lo figurativo, pero con las marcadas deformaciones que el proceso descripto les adiciona. 

Los rostros de Elizagaray se imponen, aunque con frecuencia dejen la sensación de provenir del centro de una tormenta o arrastrados por la más cruenta de las mareas; él les obsequia una permanencia que supera el uso obsesivo que hace del óleo y la manera drástica de disponerlo, sugiriendo una constante agresión a las formas y en el caso de los retratos a los rasgos. Desde esa violencia pictórica consigue engendrar la necesaria subjetividad en la mirada del espectador para que este sienta creible esa cuestión de las energías que proponen sus personajes. En su trabajo adquiere mucho valor toda aquella superficie de la pieza que queda fuera de la figura, esos espacios ya sea por su tonalidad o su textura complementan el significado y las sensaciones transmitidas por la obra.

La serie Animas (2023) corta el aliento, no se advierte lo happy por ninguna parte. Aquí uno puede llegar a entender lo opresivo como una extensión simbólica; pero como el arte en este grado de autenticidad es totalmente dinamizador, también estas criaturas nos pudieran estar hablando del dolor y las heridas que suelen provocar la renovación y los nuevos caminos, y sobre la resistencia que los seres presentan ante ese tipo de circunstancias. En estos retratos el detalle de los ojos es determinante: tapiados, dispares, distraídos, ofuscados o multiplicados, emergiendo de una especie de desequilibrio casi surreal suelen fungir de proa en ese enigma de comunicar entre tanta niebla y desencanto.

También abundan los niños, como ya lo hemos visto en una zona de la obra de Niels Reyes, aquellos muy  vinculados a lo biográfico y al tema de la memoria, estos nos vienen a mostrar su alma o espíritu, que pueden suponer aun una alta dosis de transparencia y calma, pero en este caso no parece ser así, más bien asoma una infancia que tuerce y se arremolina, penetrada por lo turbio y desequilibrante (estos parecen afectados por una detonación más inmediata que marca sus expresiones), lo cual el artista explota con lucidez, hasta alcanzar un logrado clímax hiperrealista. 

Los seres que nos muestra de una manera u otra van a aparecer representando roles, estados de ánimo o variantes de confinamiento que contribuyen a volver más filosófica su pintura; de esa forma desfilan los asombrados, los sumergidos, los que aspiran a la reinvención de la soledad, los extremadamente nocturnos o simplemente los signados por la tiranía de un color. En algunos momentos de su obra se advierte la idea del fingidor como resorte  expresivo y uno de los diversos caminos hacia la metáfora, al igual que la compleja perseverancia de la dualidad; rostros que desde una imaginaria división hacen visible la inequidad entre un hemisferio y otro. Estas obras resultan ser muy inquietantes, en la medida que transmiten la idea de una reconstrucción de algo quebrado o dañado de forma abrupta. Así impone un orden justo en los estragos que pudo haber causado el caos, una rectitud conceptual que orienta y prepara mejor al espectador en lo que será el diálogo impostergable con las inquietudes del artista.

En ocasiones sobre colores más sobrios o ambientes cromáticamente retraídos, impone pinceladas de vigor que indican rupturas, encabritan los dones, deja claro lo irregular e imprevista que suele ser la curva imaginaria que transita en nuestro interior y define nuestra aptitud ante todo lo demás, marcando sus instantes drásticos frente a las constantes mutaciones. La “identidad” queda bajo varias capas o el velo singular de tonalidades que pugnan, y justo en esos aparentes desacuerdos emerge una condición visual muy vivaz, que casi danza, y estimula a multiplicar los sentidos.

Algunos de los niños mencionados, a veces parecen representar el propio acto de la creación artística, criaturas de carne y hueso, o más bien de óleo viviente, voces que van hablar no sólo de lo que pueden ser sus dramas personales, sino y además de toda la aventura dentro de la cual se transforman en elementos imprescindibles, eslabones para que al final el uso del símbolo se pueda exhibir como un recurso coherente. Aparecen cabezas de bebés, cuya contundencia no dejan de asombrar, de retomar una vez más el conflicto de la soledad y sus perennes consecuencias; la riqueza de los matices empleados ayuda a llamar la atención sobre esas marcas que el humano va a heredar desde ese momento en que llora por primera vez.

Hay algo que no quiero dejar de mencionar en torno a estos retratos, se refiere a la condición y esencia de las miradas, estas, logran ser independientes de las circunstancias en que se encuentren los ojos. Desde esa independencia cada mirada es un impacto en la diana, un canal diáfano para expresar la vergüenza, la desconfianza, la imploración, el asombro, el desafío o la frustración. El hecho concreto de que Elizagaray es un conocedor y admirador de los maestros de nuestra tradición, lo confirman de manera estelar varios de sus cuadros, en los cuales se siente brotar una especie de homenaje que sutilmente invade al espacio y la contemplación.

Yasiel Elizagaray
Yasiel Elizagaray
Yasiel Elizagaray
previous arrow
next arrow